DIAS LUENGOS
Los días de mayo, con su fila de ordenadas y encadenadas horas, sumisas a lo que le manden, dan para mucho, porque infinitas son las luces que vagan por la ciudad y por los cercanos campos, desde un pronto amanecer hasta un tardío oscurecer. Días luengos, como una hogaza de las de antes, las de alimentar sin más a una familia de muchas bocas y ningunas perras. Son férreas corazas los días y feble papel de fumar las tinieblas de la noche,
El sueño, siendo reparador, que no siempre lo es, también juguetea con la nada, casi un ensayo de lo que a todos nos espera, en un funesto vacío sin funerales ni llantos; pero desde luego eso prevalece en ese letargo: una no existencia. Puestos a elegir, lleva todas las de perder la noche y su cierta inactividad frente a esa explosión cerebral, física y espiritual que nos sostiene cuando estamos en pie.
Por lo que de desgracia pueda ocurrir mañana, atémonos hoy a esa cinta de luminarias y primores y con festivo corazón, sin temor alguno, loemos a esas horas luminosas de días que nunca parecen fenecer, que odiosas y malvadas suelen ser siempre las sombras.
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