Tras tantos embates de unos enfurecidos meses, con tantos turbiones, huracanados vientos, días plomizos y los soles alumbrando otros foráneos predios, uno saluda con desahogada reverencia y esperanzado ánimo a este mayo, aún una pizca indeciso, algo desorientado por hallarse casi en mantillas, o, lo que es decir, recién llegado a su florido trono; porque sin osar arriesgados vaticinios, de lo que no vamos a carecer, con esa masiva llegada de torrenciales aguas, son de plantas, verdor y multicolores flores, que, queramos o no alegran la vista y despiden gratos olores, ante tantos nauseabundos, metafóricos y reales, como cada día nos toca soportar.
Lo seguro es que dentro de ese tira y afloja en que se mueve el mes, hay ratos en que los rayos del astro rey acarician sin quemar; que una primera vestidura de reluciente y sedoso brillo presta amenidad y galanura a cuantos árboles nos tonifican la pureza de los aires serranos; que hay trinos casi celestiales de pájaros desde su nemorosos asilos festejando la estación, por muy remisa que esté esta a mostrar su presencia; y que, en fin, lo que examinando lo pasado nos parece mucho, con un ahora me pongo, ahora me quito, la primavera parece lanzar un tímido anuncio de que llega, o eso pretende.
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