sábado, 16 de noviembre de 2013

DÍAS REMISOS



   Remisos son los días ahora en luminarias y verdores, que escasean o menguan apagados por un sortilegio de amarillos, de encarnados, de morados que, sin darnos cuenta, han surgido a raudales, aquí y acullá, para encender un paisaje que, con plena desfachatez y colorida escala, manejan a su antojo arboledas y sotos, destinatarios de nuestras miradas.
    Las horas, haciendo caso omiso de esa fugacidad en que transcurre todo, se diría que, en ocasiones, remolonas, se inmovilizan con ánimo de quedarse, de echarle un pulso al tiempo; en otras, en cambio, más acordes con su sino, se desbocan sin ataduras, como si les fuera la vida en ese ineluctable pasar: singular lid, en cualquier caso, de contradicciones y pareceres.
    Más consecuente, Zaide, es el río, ejemplo infinito de lo que todo deberíamos hacer; que no se ve, ni apenas se le oye, ni siquiera en los momentos de alocada lluvia; que nunca desiste de su camino, ni se desvía,  aunque pueda aparentarlo con algún imprevisto meandro; pero que fecunda a los árboles que le son fieles y le señalan su ruta, y a los campos más cercanos a los que atrae, resbalando hacia su lecho, en su interminable peregrinar,  con promesas ciertas de nuevos tallos y bríos, para un futuro que no está tan lejos.  

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