Al socaire de unos años, los nuestros de hoy, en los que gobiernan al mundo la ambición, la codicia y el más descarado engaño, pregonas por doquier, Zaide, que, como muchos, nada te haría más dichoso que enriquecerte; que ya estás harto de penurias y miserias, y que no te importará para alcanzarlo pisar prohibidos predios, el tiempo que haga falta.
Como tan grande, obcecado y ciego es tu empeño, tal si la vida no ofreciera otras diáfanas puertas de honesto disfrute, medita, amigo, que el camino del enriquecimiento apareja con harta frecuencia el del empobrecimiento ajeno y que cuando todo lo poseas, cuando no haya nada que no puedan comprar tus indignas monedas ¿con qué te ilusionarás? ¿qué te hará soñar y reír? ¿No penarás entonces como Midas, cuando busques sueños, amor, amistad, incluso el calor de tu familia y sólo halles a tu paso oro y más oro?
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