Estos días de transición de un febrero dubitativo, sobre qué camino seguir, tienen la ventaja con sus dudas, de que en el interludio de sus cielos grises hasta otros por adivinar, más hoscos o menos invernales, de ser moderadamente hermosos en sus temperaturas y en su modo de proceder, nunca extremo en su proceder, ni insufrible.
Ayudado por esa lasitud del tiempo y los cielos, tímidas pero visibles han aparecido por donde vivo las primeras flores del invierno; señal de que éste no está siendo tal, ni por ende a la altura de los míticos de antaño. Una rosa, con sus colores fuertes de vigorosa recién nacida y dos lirios, no sembrados, llegadas sus semillas de Dios sabe dónde, o en los alados brazos de qué ignotos elementos, ponen su lírico acento a la quietud y oscuridad de las horas; pero más que nada, son portadores de futuras bonanzas y floraciones. ¡Ojalá que algo de eso llegará, quebrara, a la infamia de los tiempos, no los atmosféricos, que vivimos, que vive el país!
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