De nuestro léxico andaluz, como tantas otras palabras que nos ha arrumbado la globalización, hace tiempo que ya huyó la de tejeringo. Ruda, casi impronunciable, extraña, tanto que a pesar de su, aún, inclusión en el diccionario vigente de la Lengua, nos la rechaza el particular que manejamos en el ordenador e, incluso es un término que no presenta el riguroso de María Moliner. Para los mas viejos, sin embargo, nos sigue sonando más familiar, más nuestro, más apropiado que el de "churros", porque su misma rudeza, su longitud y vigor coincidía con el del alimento que consumíamos, de prieta masa frita, grueso y generoso.
Con cualquier denominación, lo que no cabe duda es que ha recuperado el auge de nuestra niñez. Las razones son obvias: eran aquéllos tiempos de hombruna y dureza, y, asimismo, caminan los actuales hollando parecidas sendas. Si se quiere compaginar el bolsillo con la satisfacción plena de nuestros estómagos, lo que todos buscamos, no hay desayuno más certero.
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