Se diría el título de una película de bandoleros, pero desde luego no lo es. Nunca nos habituaremos a sorprendernos. Cada día, cada hora, nos trae algo nuevo, casi insólito, aunque ya nada lo es. Tanto hablar de féminas oprimidas, y ahora resulta que una de ellas, una joven de no más de treinta años, según la prensa de hoy, la conocida (para el que la conociera) como la Reina de Ronda, era dueña y señora, dictaba y dirigía, con mano férrea, una extensa red de tráfico de estupefacientes, que tenía su origen en Sudamérica y su feudo de destino y distribución en cualquier lugar de nuestra comarca. Muleros eran sus cosarios, pero no de los de otros siglos, porque la droga no viajaba a lomos de sufridos animales, sino en los mismos estragados estómagos de sus correos. Menos expuesta a peligros, su reina, vivía en suntuosa mansión, daba limosnas, y hasta se permitía el lujo, para hacer honor a su monárquico apelativo, de hacer de tal en la cabalgata de Reyes de su pueblo. Lo que no dice el periódico que da la noticia, era cómo explicaba la procedencia del dinero que gastaba.
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