Muy a sus anchas debe encontrarse entre nosotros y en nuestras tierras sureñas estos punzantes aires polares, como para negarse en redondo a abandonar nuestro bendito suelo. Lo cierto es que no sabemos si eran esas sus intenciones cuando llegaron, las de permanecer como uno más de los que por aquí andamos. Son los mismos, y ya va para dos semanas, que nos siguen atemorizando, helando nuestros miembros y obligándonos a buscar con ahinco prendas que ya creíamos en franco desuso.
Yo diría que a lo mejor encuentran un modelo idóneo en ciertos políticos hispanos, que no sólo se aferran a sus cargos -que eso sería, si es que lo hicieran bien, un mal discutible-, sino a sus desmesurados sueldos, en tiempos críticos, y, lo que clama al cielo, algunos a sus rapiñas. No todos son iguales, gracias a Dios, desde luego, pero como de una forma o de otra siempre suelen escurrir el bulto y el castigo, el ejemplo cunde que da gusto.
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