"Y árboles que poseían la altura y fortaleza de poderosos castillos medievales, cesaron de oponer resistencia y los fangosos suelos con gran estrépito besaron".
No es el comienzo de una novela, aunque pudiera serlo, sino la triste realidad que en estos días de turbiones estamos viviendo, con árboles, casi todos centenarios, arrastrando sus copas y densas ramas por tierra. De nuevo, con otras formas, pero idéntico mensaje de advertencia, la naturaleza, tan solícita y generosa antes, devorando ahora cual Saturno, a sus propios hijos, a voces clama, no a tí ni a mí, sino a la entera Humanidad de que, un nuevo aviso suyo, será aún peor; de que las catástrofes que nos esperan serán de inimaginable tamaño y duración; de que o se pone fin a una destrucción que a ella en primer lugar, y al planeta no menos, les afecta con inusitada saña e insensatez o ninguna vida
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