DE LO QUE NOS PRIVA EL TEMPORAL
Esta lluvia, obcecada y frenética, que por beneficiosa que sea,
Entre aquellos, los más, pasear con plena libertad y horros de paraguas, que, además, abatidos por los furiosos vientos de nada sirven, ni las pesadas prendas protectoras de temporales, que apenas puede uno con su peso, las mismas con las que ahora si es que pretendes echarle valor y dar unos pasos fuera del hogar, tan necesarias te son, si no deseas verte tragado por una alcantarilla, que tampoco dan abasto a la llegada de los caudales que reciben,
Y dentro de ese asueto perdido, nos apena, sensibleros como somos, el escaso protagonismo que los actuales turbiones concedieron a floraciones que otros años tanto lucían: a almendros y mimosas, tan familiares y vistosos. Apenas tres o cuatro días, el dichoso tiempo, nos dio para admirar y deleitarnos con el milagroso equilibrio de los almendros, creciendo y mostrando su albor donde nadie diría que serían capaces de hacerlo, en hendiduras de peñascos, entre el Guadalevín y los pretiles del Puente, midiendo vacíos y aguantando mareos. Y si hablamos de las mimosas y de su exquisito amarillo, yema de huevo en su punto, aunque presente, una pátina de descolorido matiz y decaimiento las invade, dejando mucho que desear si se le compara con ese florido, intenso y deslumbrante color de otras veces.
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