Con un prolongado suspiro de alivio, acogemos esa tregua con la que, para que no se la maldiga en demasía, se mostraba esta mañana una naturaleza de lo más sosegada y amable. Una naturaleza encrespada, que durante dos interminables días nos fue metiendo el miedo en el cuerpo con feroces turbiones que eran multitud en uno asociados, y un bramar del viento que era para amedrentar al más templado de nervios. En cambio ahora, los temidos aires han dejado por el momento de ser pendencieros y malvados y el pasado y titánico furor de los cielos nada más que una abundancia de inofensivos grises quedan, con empeño de envolverlo todo, pero sin ánimo de asustar a nadie.
Un temporal de los de antaño, que vertió miles de litros en unas horas, que
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