martes, 27 de marzo de 2018


GRANADO SOL DE PRIMAVERA

        Olvidado habíamos, con la furia pasada de estos temporales de mil demonios, que hollábamos terrenos vernales, aunque ni por asomo lo pareciera. Remedando al conocido poema, podíamos haber parodiado: "La primavera se nos ha ido/nadie sabe cómo ha sido". Porque no otra cosa sentenciaban la corcova de los árboles centenarios, vencidos por los vientos, no los arruinados sino los que al menor soplo a punto están de dar con sus corpachones en el suelo y, más que nada, que no había día que como huéspedes caraduras, reacios a marcharse de donde los acogieron, no nos vertieran los cielos toneles de agua, porque lo cierto es que nunca acababan los celestes espacios de desaguar su repleto vientre.
            Por todo eso, no es que añoráramos la venida de ardores y soles, sino que, más bien,  tanto se habían alejado de unas predios que, por ser meridionales, son ancestralmente suyos, que castigados nos creíamos con maldiciones de malignos genios y de vengativas brujas. Ni nos creemos, despertando de un mal sueño, que luzcan hoy con gallarda presencia y calor, como antaño en los mismos días de otros años, estos rayos que son vida y que ayudan a levantar un algo el ánimo tan por los suelos con unas cosas y otras. las de aquí y las de allá, que por habituales y desesperanzadoras son el pan de cada instante.

sábado, 17 de marzo de 2018


DE LO QUE NOS PRIVA EL TEMPORAL

                       Esta lluvia, obcecada y frenética, que por beneficiosa que sea,


creemos está pidiendo a gritos una tregua, un respiro medianamente hondo, aunque solo sea para que la tierra, un tanto ahíta y desbordada pueda dar cabida a cuanto torrente le mandan los encapotados cielos, también a nosotros nos pide pequeñas migajas de sacrificios, que aceptamos en aras de un bien mayor, pero que, de algún modo y con certera diana, igualmente, golpean nuestro apocado espíritu, y da lugar a que añoremos hábitos a los que hace unas semanas dábamos escaso valor, por sólitos.
        Entre aquellos, los más, pasear con plena libertad y horros de paraguas, que, además, abatidos por los furiosos vientos de nada sirven, ni las pesadas prendas protectoras de temporales, que apenas puede uno con su peso, las mismas con las que ahora si es que pretendes echarle valor y dar unos pasos fuera del hogar, tan necesarias te son, si no deseas verte tragado por una alcantarilla, que tampoco dan abasto a la llegada de los caudales que reciben,
         Y dentro de ese asueto perdido, nos apena, sensibleros como somos, el escaso protagonismo que los actuales turbiones concedieron a floraciones que otros años tanto lucían: a almendros y mimosas, tan familiares y vistosos. Apenas tres o cuatro días, el dichoso tiempo, nos dio para admirar y deleitarnos con el milagroso equilibrio de los almendros, creciendo y mostrando su albor donde nadie diría que serían capaces de hacerlo, en hendiduras de peñascos, entre el Guadalevín y los pretiles del Puente, midiendo vacíos y aguantando mareos. Y si hablamos de las mimosas y de su exquisito amarillo, yema de huevo en su punto, aunque presente, una pátina de descolorido matiz y decaimiento las invade, dejando mucho que desear si se le compara con ese florido, intenso y deslumbrante color de otras veces.

miércoles, 14 de marzo de 2018

        PODEROSOS CASTILLOS QUE YA NO SON NADA

        "Y árboles que poseían la altura y fortaleza de poderosos castillos medievales, cesaron de oponer resistencia y los fangosos suelos con gran estrépito besaron".
        No es el comienzo de una novela, aunque pudiera serlo, sino la triste realidad que en estos días de turbiones estamos viviendo, con árboles, casi todos centenarios, arrastrando sus copas y densas ramas por tierra. De nuevo, con otras formas,  pero idéntico mensaje de advertencia, la naturaleza, tan solícita y generosa antes, devorando ahora cual Saturno, a sus propios hijos, a voces clama, no a tí ni a mí, sino a la entera Humanidad de que, un nuevo aviso suyo, será aún peor; de que las catástrofes que nos esperan serán de inimaginable tamaño y duración; de que o se pone fin a una destrucción que a ella en primer lugar, y al planeta no menos, les afecta con inusitada saña e insensatez o ninguna vida


 le resta a una creación que por millones de años que tenga,  a pasos agigantados, se le acerca su final.

lunes, 12 de marzo de 2018

        COMO EL QUE OYE LLOVER

      Enojosos y más que raros ruedan los días últimamente, dejando sin sentido a refranes y frases antañonas, desvirtuando advertencias y consejos, que en nada han quedado. Como ejemplo fehaciente, valdría la pérdida de contenido que ha sufrido, en este juego de imprevistas mudanzas, la expresión, "como el que oye llover", que aludía a la falta de atención, o a la nula importancia, que se le concedía a algo con lo que alguien quería atraer nuestra voluntad y que se le hiciera caso.
      Pero ocurre, que esa sequía que a todos desesperaba, y que según científicos y meteorólogos, escasas posibilidades, endémica ya, había de que nos abandonara, en milagrosa transformación ha dado un giro radical, a aguas miles, y no es exageración, a la vez que mandaba a los contenedores de detritus, al susodicho refrán, porque nadie podrá decir que la llegada de la esperada lluvia no ha sido recibida con toda la fijación de nuestros sentidos, ojos y oídos, posible.
          Como todo tiene su colmo, y así somos los humanos de volubles, puede que ya que tanto y con tanta intensidad cae el agua de los cielos, sin un respiro, tornemos a poco tardar y si esto no cambia, a lo de "como el que oye llover".
       

jueves, 8 de marzo de 2018

         CIUDAD MUSICAL

      Mira por donde, la nuestra, se ha convertido desde hace tiempo en una ciudad enteramente musical, por denominarla de alguna manera. O, tal vez, sin que lo sepamos, oculto anda bajo las aceras un enorme órgano, de gigantescas teclas, ya que, nos tememos, que de punta a punta de la población, de un extremo a otro, escenario de nuestro paseo cotidiano, loseta que se pisa, loseta que, de inmediato, lanza al aire de la mañana, su musiquilla, su quejido más bien, pues en modo alguno son armoniosas sus notas y sí estridentes y harto molestas.
       En los días en los que el frío era el protagonista y la soledad casi manifiesta todo el rato, ese acompañamiento de confusa tonada que levantaba nuestros pasos no importaba demasiado, siendo en todo momento quejunbrosa; pero ahora, que paso que damos, pequeña catarata de agua que inunda nuestros calzados y pantalones, lo cierto es que nos llevan todos los demonios.
        Como siempre, esa falta de cimentación en el acerado, algún culpable tiene: o el que contrató la obra, el ayuntamiento en este caso, o quien que la ejecutó, se llamara como se llamara la empresa: alguien, no hay que decirlo, nos engañó para durante bastante tiempo hacernos la puñeta y un paseo cotidiano, supuestamente agradable, en una explosión de maldiciones.


sábado, 3 de marzo de 2018

       SI NO FUERA

      Con un prolongado suspiro de alivio, acogemos esa tregua con la  que, para que no se la maldiga en demasía, se mostraba esta mañana una naturaleza de lo más sosegada y amable. Una naturaleza encrespada, que durante dos interminables días nos fue metiendo el miedo en el cuerpo con feroces turbiones que eran multitud en uno asociados, y un bramar del viento que era para amedrentar al más templado de nervios. En cambio ahora, los temidos aires han dejado por el momento de ser pendencieros y malvados y el pasado y titánico furor de los cielos nada más que una abundancia de inofensivos grises quedan, con empeño de envolverlo todo, pero sin ánimo de asustar a nadie.
      Un temporal de los de antaño, que vertió miles de litros en unas horas, que


pareció decir: "¡Ya está bien de quejas por la sequía! ¡Ahí lleváis agua para saciaros!"Y por lo que el día presenta a la mirada, si no fuera por algún cable fuera de lugar; más de un árbol destronado de su asiento; por un río, el local, que se las ve y se las desea para dar cabida a tanto caudal desmelenado como le llega; a un Puente, con toda su envergadura, cegado en su armonioso arco menor por la abrumadora y terne acometida de agua tumultuosa procedente de un ciento de angustiados arroyos; de viviendas con las que se ensañó sin piedad volando tejados y un infierno de gotas en su interior; por las descomunales rocas que taparon carreteras y alborotaron suelos; si no fuera por eso, se diría que aquí no ha pasado nada.