A este mes que tan denostado está por carecer de seso y de cordura, aunque ambas vengan a parar en lo mismo, creído y mucho tiene su papel en los que días en los que estamos, y a eso se dedica febrero: a darles la razón a los que lo acusan de ser la oveja negra de ese tropel de hermanos que tiene. ¿Que en qué se entretiene? en sacar fuera de madre a nuestros nervios, dejándolos encrespados como olas de pleamar. Porque visto y no visto es su constante mudar: que si soles, que si aguaceros, que si nubes, que si vientos, que si hedores sin cuento,, que si quietud, que si negruras. No son educadas maneras las suyas, bueno o lo son, pero no desde luego finas las de sacarnos de nuestras casillas. Gozar, eso sí, de los arrebatos extrasensoriales de los místicos y a todo esto que nos echa encima, dedicarnos a contemplarlo, bien que nos gustaría, pues si obviamos lo que de intranquilidad nos meten en el cuerpo los cambios, hay en ese apresurado trastorno del tiempo, en ese alocado dar la cara y la cruz, una belleza que para qué hablar, sensaciones que valdría la pena trasladar al lienzo o al papel. Mas de ese estado en que febrero nos pone, infaustamente, solo estas lineas desmañadas, trazar osamos.
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