La ilusión de todos los días para algunos, entre los que me encuentro, es la de los libros. Justo es que estos tengan su celebración y su especial fecha, más cuando este año se asocia con el aniversario de la muerte de Cervantes, eminente autor del libro de los libros, que ni siquiera hace falta por conocido mencionar, y en cuyo honor, además, fue creada la festividad del día del Libro. Sin embargo, por eso de la habitual ilusión que cada día nos mueve a acudir, mañana, tarde o noche, a ellos, hemos dejado, a conciencia, pasar el conmemorativo 23, aunque sí que hemos añadido a nuestra biblioteca un nuevo título.
No creemos que pese a los malos augurios que se le pronosticaban, agonice el libro impreso y su dilatada historia de siglos; pero sí, en cambio, el ejercicio de la lectura, a la que nadie alienta ni a ninguno de nuestros gobernantes parece importarle. Lamentable es el olvido en que se encuentra el mundo de la cultura, desalojado en beneficio de no sabemos que finalidad. Una pantomima, cuando tanto se le castiga con impuestos a la cultura la del libro y a toda en general, la llevada a cabo en el congreso en pasadas fechas acudiendo los diputados a Cervantes y su obra para tapar la desgraciada política de los últimos Gobiernos en favor de ella. Sonrojémonos por su actuación ya que ellos no lo hacen.
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