Milagrero es el paso sigiloso de estos días de octubre, yertos en la desnudez de un suelo de peladas glebas, de escurridizos surcos que, pacientes, soñadas cosechas esperan desplegando mientras sus infinitas gamas de tonalidades, y, en la aseada tierra, sin estorbos de rastrojos, libre ahora de útiles de labranza, de dorados palpitares de sementeras, esculpe carmines, peina fulgores, azulean lechos que ocres fueron o remedan con harto descaro luminosos cielos. Algo distantes, desmelenados olivos, pálidos álamos se hartan de contemplar, perplejos de brillos, este flujo cromático, este fenomenal cuadro que como si nada, la milagrera naturaleza, con ingentes pinceladas nos deja.
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