Arriba marzo a sus familiares lares de siempre, no tan callando como quisiéramos, más bien ufano y pretensioso de la corte de los milagros que trae consigo, voceando no un prodigio sino varios de los que le han dado prestigio y bizarría entre todos sus congéneres. Por lo pronto, hace valer antes de nada su largura, más de resaltar por lucirla entre dos meses, el que le precede y el que le sigue, que se quedan cortos y sin fuelle al no poder cubrir toda su andadura. Luego, su origen cuasi divino, más de temer procediendo en línea recta de un dios tan belicoso como es Martes, nunca de despreciar porque para medrar con fortuna en cualquier estado y lugar, necesario es contar con padrinos de altura y poder.
No menor orgullo supone el dar cabida nada menos que a dos estaciones, librándonos de paso, de la más temida y cruda que a regulares zancadas se aleja. Pero si tuviéramos que distinguirlo con una cualidad única, mejor que ninguna, sería la que le ata a celestes predios, equilibrando polos, hemisferios, días y noches, hasta hacerlos a ambos tan parejos, en cierto momento de su transcurrir, que, prescindiendo de las luces y las sombras que a cada uno los caracteriza, gemelos se dirían. Maravilla la sublime máquina del universo y aquí está este marzo de nuevo para pregonarlo, por si se nos había olvidado. Demos la bienvenida al pregonero de tantos pasmos, entre otras razones porque estamos vivos y podemos presenciar, también nosotros, un año más, una estación más, el sugestivo e imperecedero orden, que si no entre los humanos, en otro sentido reina.
No menor orgullo supone el dar cabida nada menos que a dos estaciones, librándonos de paso, de la más temida y cruda que a regulares zancadas se aleja. Pero si tuviéramos que distinguirlo con una cualidad única, mejor que ninguna, sería la que le ata a celestes predios, equilibrando polos, hemisferios, días y noches, hasta hacerlos a ambos tan parejos, en cierto momento de su transcurrir, que, prescindiendo de las luces y las sombras que a cada uno los caracteriza, gemelos se dirían. Maravilla la sublime máquina del universo y aquí está este marzo de nuevo para pregonarlo, por si se nos había olvidado. Demos la bienvenida al pregonero de tantos pasmos, entre otras razones porque estamos vivos y podemos presenciar, también nosotros, un año más, una estación más, el sugestivo e imperecedero orden, que si no entre los humanos, en otro sentido reina.
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