Un buen rey, Zaide, para serlo, para ser querido e incluso venerado por sus súbditos, lo ha de ser a lo largo y ancho de su reinado, por dilatado y difícil que fuere éste, y no le valdrá ante el pueblo acudir a épocas de leal y ejemplar reinado para justificar errores presentes. Si obligaciones miles se exigen a los que nunca protegen tronos, coronas ni privilegios ancestrales de sangre, cuántas virtudes y sacrificios se le debería pedir a quien todo se le ha dado por puro nacimiento, no porque méritos haya hecho para sentirse dueño y señor de los que pueblan su reino, que no servidor de ellos. Más monarca que él debería considerarse al que llega a este mundo sin medios o bienes paternos, y desde la humildad y el esfuerzo alcanza altas cotas de conocimiento y bondad verdaderos, sin hacer mal a nadie, oyendo al que le llama, dando al que le pide, por poco que le quede: no más reyes que estos tendría que haber en el mundo nuestro.
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