Zaide, no en el ensordecedor clamor de la vana lisonja, sino en el silencio que nunca cede y calla, pero siempre otorga, encontrarás el verdadero rostro de los que mucho te aprecian. Que no te busquen ellos a tí, búscalo tú a ellos, puesto que son los que te protegen, pregonan tus virtudes y tapan tus lacras. En cualquiera de sus miradas, de infinita limpieza, hallarás tanto amor y compresión como baldía tierra en los otros. No puede ser cierto que quien bien te quiere te haga llorar, sólo meditar, o es que no te querrá. Eso al menos, Zaide, yo entiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario