ZARPAZOS DE UN AGOSTO EN NEGRA PLENITUD
No ha necesitado nada el mes, para hacer valer sus derechos de villano, de, si se lo propone, que propuesto se lo ha, constituirse en azote de los pobres humanos, que, sin tumbonas, playas ni otros remedios que alivien su padecer, por aquí andamos. Y bien que lo sufrimos, porque por muy ilusionados que estuviéramos, pasados días, con un verano que no lo era, sino dulce y atemperada primavera, como suele ocurrir, mínimamente duradero fue lo bueno, que mucho más tiene la vida de achuchones de sufrimiento que de apacibles horas de gozo y tranquilidad.
Con esto del calor que nos llega, de las previsiones a largo plazo y de la facilidad para las consultas del estado de la atmósfera, en especial cuando quema o hiela, sumidos estamos, aunque no lo creamos todos, en una continua y extremada pelea con esas ola de fuego que con bastante tiempo nos anuncia ahora ordenadores, teles y móviles; tal vez, pensamos, para que nos vayamos haciendo el cuerpo y preparando nuestras armas. Es una batalla no cruenta, pero casi a muerte, después de tanto anuncio, la que libramos con la dichosa ola, de tal manera, que cada día dejado atrás, de los muchos de que consta su maligna pleamar, es un sonado triunfo para nosotros, porque seguimos de pie y no diluidos, ya inertes para los restos, en pura nada, trocados en charcos de agua, que con esos mismos ardores que desprende todo, no tardarían en ser más que fugaz vapor, buscando los cielos.
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