domingo, 29 de julio de 2018

           SIN GRANDES MORDISCOS EL VERANO

        Aún no muerde el verano, que se ha limitado hasta ahora a reconocer sus predios estivales sin osar, porque tiempo queda,  hollarlos y asolarlos a sus anchas, que todo llegará. No obstante, aunque el fuego de sus ardorosa faz está por llegar, curioso es como se protegen de él, del astro rey,  estos orientales que en grandes rebaños trotan por nuestras calles, a pasos menudos, dando uno y deteniéndose al instante para contemplar algo, no sea que después sus compañeros le den envidia con algo que se se han perdido; que como no hay impuestos sobre la mirada y proyectarla no cuesta dinero, pues hasta el hartazgo por doquier impulsarla. Lo que es gastar, o lo hacen muy a escondidas, por aquello de los cacos, o no se desprenden ni de una moneda que no sea, tras mirar y remirar, para emplearla, después de mucho pensar y manoseo, en una postal con la que dar fe de su destino actual a sus familiares. La prosperidad más ventajosa debe bendecir a estos coreanos, que son los más, porque ni a sus peques dejan ya con sus abuelos, con lo que no tienen ni que añorarlos ni animarlos por móviles y tabletas a que se porten bien, y todos juntos, como antiguas familias hispanas, bien apañados con gorros de enorme capacidad, que hasta los hombros tapas, o con sombrillas que para todo sirven, para un cosido de sol o un descosido de imprevista lluvia, por aquí andan a millares, obstruyendo aceras, y emitiendo sonoros chillidos, que en eso sí que tienen algo de sangre latina.

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