miércoles, 7 de diciembre de 2016

      UNA INTERMINABLE ORGÍA DE LUCES Y MATICES

    Con indómita obcecación y tozudez de animal de carga, se prende uno otra vez de la atmósfera reinante, mirífica, deslumbrante, para dejarse guiar como fiel servidor, de nuevo, por esa naturaleza en la que todo cabe de belleza y preciada humildad; que si muda es para deleitarnos con perseverantes mieles y rosas en su vasto escenario, orgía de luces y matices que enmudecen el habla y la mente. Harto misericordiosa fue con nuestra comarca, cuando en otras fueron ruina y desolación lo que los postreros temporales dejaron a su paso. Y es que alguna vez ha de explotar, como todos lo hacemos, sin precisar cómo ni cuándo, que no son pocas las tarascadas y desatinos con que la flagelamos.
     Para no abundar en algo que, salvo los gobernantes, nadie ignora, entra uno, con mirada ambiciosa y alma abierta a esta mañana, siempre diferente a la de ayer, como esta a la de anteayer, y esta a la precedente. Una aureola de pegadizas nubes han puesto su algodonoso nido donde terminan las cúpulas y esbeltas torres de nuestra iglesia Mayor, con tantas historias de rebatos, epidemias, y catástrofes que contar, como siglos tardó en construirse: más de cinco, casi la media docena. No es paciencia, pues, de lo que carece para soportar  el peso de su corona matinal, que por la apretada y densa, dejando a su aire a los celestes espacios, nos viene a decir que mañana soplarán vientos, alocados o altaneros, fogosos o glaciales: es otoño y en sus grandiosas faltriqueras, como decíamos, sin faltar un día, de todo y para todos los paladares, provisiones hay.

      

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