A la tarde para ser iris y no agonía, para caminar y no arrastrarse, para respirar y no sucumbir, para hablar y no enmudecer, le falta brío, calor, soles, rumores, risas, voces; le sobra, silencio, frío, soledad, falaces luces, anhelos de desaparecer. No son nada, menos que un latido, menos que un suspiro, frágiles y huidizos estos ocasos de una seriedad que asusta, que no dudan, que no dejan lugar a la reflexión ni a los sueños, que van a lo que van, a transmitir su formalidad, su rigidez. Es diciembre, qué cabe esperar.
Al mundo para ser mundo y no averno, para ser pétalo y no pedernal, campos de lirios y romero y no hosco pedregal, para reir y no llorar, para cantar y no rezar, para amar y no odiar, para no ser paria y tener hogar, para vivir y no a cada momento gemir, le sobran amarguras, infamias, guerras, armas, truhanes, aviesos gobernantes, maldad, matanzas de inocentes, patrañas, engaños, abusos; le falta, que estas fiestas que llegan, que no sean de quita y pon, dos días en el calendario, un champán y unas uvas y un sentirse bien por unas horas, cuando todo anda tan a la fuerza, tan para clamar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario