Merodean desde hace tiempo tantos vientos malsanos por nuestra región, al igual que por el conjunto del país, de corrupciones, de hambres, de fantoches, de ignorancia, de falsos mesías, de truhanes, de malversadores, de sevicia, de desprecio hacia el prójimo, en una infausta letanía de nunca acabar, que, con gusto, no queriendo soliviantar nuestro ánimo ni el de los demás, con delectación casi, preferimos virar hacia otros vientos, a los verdaderos, a quienes cabría culpar de algunos de nuestros desvaríos corporales, de enredarnos la mente, de punzadas en nuestros miembros, pero no de otra cosa, que aquí no hay engaños. Por eso, el tozudo de hoy, es consecuente con lo que se espera de él y sopla que da gusto, con las copas de los árboles como si rindiera pleitesía a algún desconocido dios, en un infinito desplazarse en rachas que no cesan y que de bueno tiene, que, a falta de unas aguas a las que quizás es fugaz mensajero, limpia hasta la extenuación calles, parques y plazas, algo de lo que, de tarde en tarde, deberíamos tomar ejemplo, y mucho más los que arriba y muy de pasada para las fechorías que cometen, hablábamos.
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