Con repetitiva insistencia, la mirada de ultramar, la de la poderosa América, parece detenerse estos días en nuestra comarca serrana, esa que geográfica e históricamente, sigue, inmutable, acudiendo, hoy como ayer, a nuestras calles y plazas, aferrada a pensar que unas cosas son las divisiones administrativas y políticas y otras las que dictan la lógica de proximidad, conveniencia y tradición.
Sin un interés comercial, como en el caso de Sony y Júzcar, es de agradecer que el diario de Chicago Herald Tribune, de gran tirada, en reciente artículo, haya cantado los méritos y excelencias de la fiesta de El Corpus en El Gastor, de habitantes, que no tiene intención de mudar el color de sus fachadas y que, ahora, que tantas costumbres foráneas -que nos son ajenas-, amenazan con devorar a las autóctonas, siguen inventándose cada año para celebrar con renovados bríos, su popular, incomparable y justamente famosa procesión: un estallido de color y de sentida religiosidad que pervive airosa, sin que le haga mella el transcurrir del tiempo.
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