VIAJES Y VIAJEROS MÁS
NUESTROS
Los
viajes a la antigua, para culminarlos, entrañaban, en ocasiones, más riesgos
que placer, y su desarrollo un completo enigma por lo que el temerario viajero
que los emprendía podía hallar de imprevisible, de desconocido en las miríadas
de senderos, de moles, de escondrijos y puertos que había de atravesar y
arrostrar, en los malhadados encuentros con indeseables, en los que la
alimentación: dónde comer, qué comer, no constituía el menor de los
inconvenientes a resolver.
Bien mirado, todo un desafío y unos
riesgos inherentes al viaje, que, siempre, dado el carácter aventurero de los
protagonistas, podían tomarse como alicientes de una inacabable y soñada
aventura. En unos tiempos en los que, por añadidura, los siglos imponían unos
horizontes, los geográficos y los sociales, muy alejados de los venideros, y
unas tierras, a las que se quería llegar con ánimo conquistador, a las que se
les suponía riqueza natural y arquitectónica y una historia adscrita a esos
elementos.
Enclavada por méritos propios en
esas tierras, anheladas y misteriosas, remotas, enigmáticas, desconocidas,
andaba Ronda, a la que esos viajeros, ingleses, franceses, alemanes, americanos,
sobrados de arrestos y, la mayor parte, de medios económicos, se disputaban por
alcanzar y descubrir lo que había en ella que tanto llamó la atención de sus
predecesores, hasta el punto de no hallar adjetivos con los que adecuadamente
describirla.
Fisgones y metementodo como solían
ser estos extranjeros, a los que se les podía disculpar que después de tan
denodados esfuerzos, actuaran un poco, con sus dineros por delante, en lo que
les viniera en gana, pocas cosas les quedaron por tocar, aunque ese mismo afán
por ver cuanto había que ver, minimizara sus exposiciones, que en la superficie
quedaban.
Aunque tardíos en su mayor parte, de
eso se encargaron, de llegar a lo esencial, al fondo de todo, con más razón,
sentimiento, cariño y obligación, por ser quienes eran, los propios hispanos,
o, en determinados casos, también los que hablaban su misma lengua, con dosis
heredada de sangre de aquellos.
En abundancia, a través del testimonio de
ciento treinta y ocho de ellos, líricos, bélicos, geográficos y otros, cuenta
el libro, que, con el título de VIAJEROS DE HABLA HISPANA POR RONDA Y SU
SERRANÍA, junto a otro, RONDA COMO PROEMIO Y EPÍLOGO, presentaremos el próximo
jueves, día 12 de diciembre, en el Círculo de Artistas, a las 7 de la tarde. Se
donará la última obra, para los que adquiera allí la primera de las
nombradas. Ambas las edita la Editorial
de la Serranía, dentro de la colección “Alforjas”, que, en manos de José Manuel
Dorado, y pocas serán las loas que se le dedique, en años de crisis de lectura,
ha sabido situar su editorial entre las notables de España. Todo un ejemplo de
amor a los libros.
Se adentra en sus
comienzos el concerniente a los Viajeros, en la conquista de la ciudad, narrada
por los diferentes cronistas de los Reyes Católicos, presentes en los hechos que
abocaron al fin de la dominación musulmana. Y a un tiro de piedra, los Lope,
Cervantes, con su pintoresca aventura serrana y un cúmulo más de textos, en los
que asoman cantares de mil formas en honor de nuestras tierras.
RONDA SEMANAL
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