PRESENTACIÓN LIBROS
A tenor de las escasas entidades
culturales que existen en nuestra ciudad, que se ocupen de nuestra rica
historia, de nuestro entrañable pasado, es de agradecer, y así lo manifestamos,
que tres relevantes, como son el Centro Andaluz, el Instituto de Estudios de
Ronda y la Serranía, y la Editorial de la Serranía, se hayan dado cita esta
noche aquí para, en cierto modo, recordar algo de esa historia de ese ayer, del
que debemos estar orgullosos cuantos en estas tierras hemos nacido o vivimos,
porque todos formamos parte de ella.
Y nuestro agradecimiento, igualmente, para los que asisten
al acto en un diciembre, que si no de carámbanos, escarchas y níveos tejados,
como antaño, mantiene aun en su parquedad comparativa una pizca de su antigua
condición. Pues esas montañas, las cercanas y las más alejadas, nada más que
bendiciones nos aportan. Un indescriptible escenario en su montaraz esplendor,
nunca suficiente loado, y una certeza de que la situación encumbrada en que nos
encontramos, con ellas de mirífico escaparate, de soberbio museo, el aire que
pródigo nos cerca, el que respiramos, no puede ser más beneficioso, más
inmaculado.
Esa historia de la que antes hablábamos, la que sabiamente
difunden esas entidades culturales nuestras, diríamos que, también han
necesidad imperiosa de un colosal escaparate, como de hecho es el que puede
proporcionarle tan acomodadamente la letra impresa, y, dentro de esta, las
entrañas de un libro, como son las que ensamblan sus páginas.
Se lamentaba un escritor hace unos días en la prensa, de
tener más amigos muertos que vivos, de los muchos que tuvo. Circunstancia esa,
que, con frecuencia, suele ocurrir a los mortales, como somos todos, y ante la
que no cabe más que deplorarla y cruzarse de brazos, porque no está en nuestras
manos desviar el curso de nuestras existencia, ni, por ende, el de las ajenas.
Pero acogiéndonos a esa expresión de vivos y muertos, creo
que podríamos aplicarlas con distinto sentido a los libros. Libros muertos
serían, los que nunca llegaron a tener vida, los que quedaron sin publicar por
falta de medios, de interés o de aburrimiento, por distintas causas, de su
autor. Y de esos, tal como anda el mundo de los libros y de la edición, son
incontable.
Por eso, más allá de
lo que de nuevo, de interés aporten, si es que algo de eso encuentran ustedes
en ellos, tendremos que felicitarnos, no porque sean obras mías, sino porque
aun sigue latiendo el mundo de la edición y con ella el de la letra impresa y
el de la lectura.
Y hablando ya de los que presentamos, el titulado RONDA COMO EPÍLOGO Y PROEMIO, es decir,
Ronda como comienzo y final, como ciudad que custodia un mucho de belleza
natural y urbanística, como ciudad que toca la perfección, contiene una
recopilación de artículos míos publicados en periódicos locales y Sur
provincial durante los últimos dieciséis años.
Ateniéndonos a ese encanto que se esparce por doquier, que
arropa y apresa al espectador con su fulgor, es claro que nuestra ciudad,
provoca un incontenible deseo de saber más de ella, de su historia, de sus
personajes. Es algo que modestamente
hemos hecho, adquirir ese conocimiento, e intentar transmitirlo por medio de
estas pequeñas crónicas; y no siempre como el mismo ánimo lírico, ya que, en
ocasiones, hemos sido críticos con los desafueros, los cometidos ya, o los que
se anunciaban, en detrimento de esa perfección, de esa belleza, la evidente y
la escondida.
Un protagonismo de bastante más enjundia que el anterior,
de nombres ilustres, de celebridades de imperecedera fama, es el que acompaña
al contenido del otro libro, Viajeros
hispanos por Ronda y su Serranía. Para su redacción, partimos de la idea de
que si mucho debíamos a los viajeros románticos, para los que Ronda constituía
el cumplimiento de un sueño, y sacarla, con sus loas, de un olvido de siglos,
con más razón, sabiduría y sentimiento, a la vera nuestra, en el propio país,
cuando no en la misma región, se hallaban unos cientos de mentes preclaras,
que, de un modo u otro, desde tiempos remotos, con más largueza, habían puesto
el calor de su mirada y de su pluma sobre nuestras serranas tierras, trazando
entre todos ellos un prodigioso, inefable e interminable friso lírico o
científico, cantando a pleno pulmón la singularidad de un suelo con infinitas
virtudes.
Dado que el encomiástico tono de todos esos pregones, de
ese preciado caudal, de ese entusiasta clamor, está reflejado en el libro, solo
nos cabe decir que si esas hispanas voces pusieron su coral ímpetu para
pregonar y exaltar las excelencias de
nuestras tierras, es a nosotros a quienes nos toca ese gran, obligado, empeño
de cuidarlas y protegerlas, para que futuras generaciones sientan el mismo
orgullo que nosotros sentimos de vivir aquí, para que no suene a anacronismo
ese aforismo de Ronda ciudad encantada, ciudad privilegiada, y no desmembrada,
arruinada. Es por lo que, de todo corazón, hacemos votos esta noche.
Leído el 12 diciembre
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