martes, 21 de marzo de 2017

        PUES, SÍ, DÍA MÁS O DÍA MENOS, PRIMAVERA ES

      Lo confesamos, pero esa determinación científica buscando la máxima exactitud y haciendo alterar su llegada hasta hacerla retroceder un día a la que durante muchísimos años estuvo fijada sin más en un 21 del mes, produce en nosotros, viejos ya para aceptar cambios que nos sean los propios de la edad, algo de desconcierto y duda; pero no tantos como para que no seamos conscientes de que, horas de más u horas de menos, con toda su fanfarria y pomposidad, lirismo y promesas de atmósferas más gratas, florales y llevaderas, ya se encuentra entre nosotros la muy loada y celebrada primavera.
     Por cuanto hemos expresado, y visto que hoy es 21, y que aferrados seguimos a esa fecha en nuestra memoria de viejos llenos de manías, frente a la desgana que en nuestro voluble animo produce ese despliegue ambulante de masas nubosas que nada bueno anuncian, obligados nos veíamos a intentar trazar unas líneas, que nada más sería que cumplir con un deber que tenemos los que, con acierto o sin él, nos dedicamos, con harta osadía, a emborronar papeles que en modestos diarios, o blog, (que es más chic) a morir vienen.
      Lo bueno de los antiguos diarios, era su intimidad, los secretos del alma y del cuerpo que contenían, y que tan celosamente guardábamos, a salvo de miradas curiosas, ocultos en cualquier lugar que pensábamos seguros. Que toda esa críptica liturgia de cerrazón y escondrijos, por mor de las mudanzas de los tiempos destructores haya venido a parar en las puertas, de par en par abiertas,




de un blog, en el que todo aquel que quiere, a sus anchas, sin restricción alguna, se sumerge, más que cosa del diablo diríamos que es la de poner nuestra desnudez, que no ya nuestros secretos, a la vista del mundo entero.
     ¡Y cómo no, tan desnuda anímicamente como nosotros, se haya la tan cacareada primavera, con todos los ojos puestos en ella!

martes, 14 de marzo de 2017

AGUA DE MARZO

    Aunque el año es largo y son muchas las mudanzas que en su devenir nos esperan, no parece que vaya a ser uno de perniciosas sequías. Tiene algo de pertinaz obcecación, la lluvia que desde hace unos días nos acompaña, cayendo con prodigalidad y voluntad de corajudo opositor, al que otra cosa no preocupa que estar horas y horas a lo suyo, independiente de lo que otros aquí o más allá hagan.
     Y a lo suyo, a precipitarse y precipitarse como si alguien con descomunal fuelle las impeliera, se atienen todo el largo día, toda la interminable noche, esta lluvia, en cielos pardos que no dejan de ser amables y gratos de contemplar, mientras sus nubes se vacían, porque no es agua hosca, ni lastimera, mas de sosegado caminar y fluir de hontanares que a su remanso, como a su aprisco, se dirigen. En la tierra, pulsan notas en teclas de redondos charcos, expandiendo una melodía que, si se le presta oídos, no es cansina ni ambiciosa, y sí de apocado sueño que a una paz infinita clama.
     No es, extrañamente, una placidez que traspase, que a los dominios del alma llegue. (¡Qué difícil de contentar nuestra espíritu es!). Más bien, levanta miríadas de añoranzas, de no se sabe qué paraísos por venir o que a nuestro alcance se acercaron y presurosos se desvanecieron; de tierras que no llegamos a recorrer; de años y soles perdidos en horizontes que, aunque ansiados, nunca a nuestro alcance estuvieron; un remolino de ideas agolpándose en su vórtice son las que este agua, sutil, menuda, acariciadora, nos provoca, a la vez que no deja de caee y caer, remolona. 

viernes, 10 de marzo de 2017

     TRES DÍA COMPLETOS

    Como al fin y al cabo no somos más que briznas de polvo a las que empujan y zarandean un enjambre de malévolos y despiadados ventarrones, nada de particular tiene que lo que ahora, con un descaro de ardoroso estío, nos atizan los cielos venturosos, que peor sería no contemplarlos, sea un fuego de otras estaciones o, como todo se ha puesto de repente a migrar, con galas de otros hemisferios.
    Nos parece, que, todo lo extemporáneo, hasta que lo damos por bueno, suele sorprender, y no había de ser menos este sol con saña de justiciero. Hechos ya a las tretas del tiempo, que si hoy nos aturde con flamas, mañana lo hará con hielos, hemos muy en secreto, sin dar cuenta a nadie, vitoreado con entusiasmo esa presurosa irrupción de africanos fuegos, y no porque nos enfervorice que lo haga, sino porque apagado hemos todos y cada uno de los aparatos y útiles que nos ayudaban en casa a sobrellevar los rigores del invierno. Parecerá una estupidez, pero en sí no cabemos de un regocijo que puede parecer infantil: y es que durante ya tres completos día hemos dado una soberana tunda a las eléctricas y a sus opulentos y dictatoriales miembros. 

miércoles, 8 de marzo de 2017

UN DOMINGO DE CARNAVAL

        Inmune a cualquier celebración que no sea la suya, desprende calma grande la mañana. Es la que blanda y mansa apresa ahora a la ciudad, sembrando de irrealidad y sumisión a un paisaje atónito. A Ronda, en pila de roca y vacío, la bautiza y da nombre un semillero de nubes de azúcar, reacias a vagar y atentas a no perder de vista, ni a viviendas, para tener donde desplomarse sin caer del todo, ni profanar la tierra, inmaculada con las últimas lluvias, ni tampoco la pulcritud de gema de las montañas, con infinitas grutas, ventisqueros y torrenteras en los que agazaparse para no claudicar del todo cuando sea la hora de desaparecer, de recoger su tupido equipaje de algodón y espuma, a la espera de volver a hilar de nuevo su cañamazo de cales y blondas.
        Alelados, cegados en una inmovilidad que no le es propia, por esa quietud que respira el día, una pareja de mirlos, con picos de zumaque y su colas
de ceremonioso faldón, maniatados quedan, sin voz ni algarabía su sonajero de brincos y estridentes gritos.
         A llenar un hondón de nunca colmar, se apresura sin conseguirlo la maraña de nubes, con un ímpetu un poco aletargado ya por tan descomunal labor, como es encerrar a la ciudad, al horizonte, en su cúpula de cristal. 


martes, 7 de marzo de 2017

     A RECORDARNOS VINO EL MES

      A recordarnos vino el otro día de viento y lluvia, que era marzo, junto con su hermano abril, mes de temporales, y que al ceder el frío deja un portillo hasta entonces cerrado por el que se adentran con todo vigor otros elementos, si no desaparecidos sí al menos en calmada espera. Y era tanto, sin faltar un año, época de aguaceros el mes, que presumía de ser el recomendado, pese a su inhospitalidad, por las guías de viajes extranjeras para visitar nuestra ciudad, porque era el momento idóneo para contemplar las aguas del Guadalevín, transformado en gigante, despeñándose, saltando espumoso y bramando, por el ojo del Puente. Los tiempos han mudado incluso en esa actividad de hundirse los cielos bajo el peso de las aguas que soportan las nubes y una parte mínima son las que desparraman ahora; pero sigue quitando el aliento esa catarata que nunca acaba de caer, ni su impoluta blancura de poner una orla más de belleza al cuento de hadas que es el Puente.