lunes, 19 de noviembre de 2018

      CAE LA LLUVIA

      Con la obcecada insistencia y firmeza de todo un mes, de toda una estación, se precipita la lluvia hoy, esta tarde cuando escribimos, como ayer, como anteeayer. Cuando no cae de forma insoportable, como hace unas semanas, en verdaderos torrentes y cascadas,


y en unos minutos lo que debiera en unas horas, no es necesario decir que beneficiosa es, para los campos, para la vida, para abastecer hogares y ríos.
     Aparte de todo, lo que la estación ya bastante avanzada nos está dejando es un otoño sin otoño, sin algo que le pertenece, como son sus volatineras nubes, sin sus tamizadas luces, sin apenas pájaros y casi sin colorido de los árboles y en sus hojas, sorprendidas ante ese aluvión de los cielos, tan cerrados como entradas de mansiones árabes en la costa.
      Esta desapacible, húmeda y tenaz atmósfera, qué duda cabe, tiene sus malsanas influencias, alterando la función de nuestro organismo y mente, como bien ha podido ocurrirle hace un par de días al protagonista del suceso de Martinez Astein, tomando lo que no era por lo que él creía que era. Sin entrar en más averiguaciones, que no nos competen, lo que se puede pedir en estos casos, es que nos veamos libres de ofuscaciones como la dicha. Y de las fotos que sin pedirlas nos llegan, tenemos presente  la que aparece Javi, que a duras penas se gana la vida con lo que vende en su kiosco, y que no solo tiene que hacer frente a los pasajeros que allí mismo en bandadas esperan el autobús de línea, sin intención de gastarse un euro, sino que con cosas como estas, que más allá de temer que un día se lleven su kiosco por delante, poco le importan,  se ve acosados a preguntas, en vez de, como querría,  vender más periódicos, más revistas. Así es la vida.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario