Pues, aunque sin voz durante un tiempo, ¡Vivos estamos! Algo que hace unos días, cuando empezaron los cielos a despeñarse, a hundirse, a buscar una hermética fusión con los suelos, podría ponerse en duda. Y es que no era desatino pensar que esas trombas de agua, como si la que cubren los mares hubieran huido a los cielos para precipitarse luego aunadas, en terribles hordas y desigual fiereza, que podían acabar con todo y con toda vida por estos lares, y por los demás, porque por etapas y lugares va la cosa; tal vez, en espera de un renacimiento en el que una nueva raza trate como debería a este apaleado mundo. Su cumplida venganza a ese trato se toma la naturaleza, acudiendo esta vez a esa denominada gota fría; gota maldita, gota que, en muchos casos, además de destrucción, es de muerte; pero que más que nada, gota que otra vez avisa, a descomunales voces, que la hermana que venga más amarga y más gélida, con todo lo que la palabra entraña, será.
miércoles, 17 de octubre de 2018
EL INSTITUTO ROJO DE RONDA
Es la calle de Lauría en Ronda, más escueta en su amplitud que en su largura, una de las pocas que, paralela a la principal de la Bola, la acompaña en su fatigosa subida o despeñada bajada, de Sur a Norte, hasta lo más empinado del barrio del Mercadillo, uno de los contados distinguidos por Estébanez Calderón si es que sería penetrar en lo genuino andaluz.
Posiblemente, seguía siendo la calle en los años treinta una en las que todavía podía rastrearse en sus vecinos sin historia, en sus vestimentas y decires, una herencia de ese casticismo decimonono que pregonaba Serafín; pero, con innegable certeza, lo que se palpaba en sus abarrotadas casas de vecinos, y en sus diminutas viviendas de una o dos altura, o en sus corrales de aquí y de allá, era una miseria que impregnaba por doquier al lugar.
Con el impulso de la Republica a la enseñanza, una imprevista fortuna en su condición de pobreza le advino a la calle, con la instalación de un instituto, el primero de enseñanza laica y autónoma que contemplaba la población; un edificio clásico que mantenía la poca altura arquitectónica de la calle alegrándola, y también daba algo de bullicio cotidiano al vecino llano, que en su vasta desnudez circunstancialmente, se venía utilizando para todo: para recinto ferial, para partidos de foot-ball, o para instrucción de reclutas pues cerca se levantaba el cuartel de la Concepción.
Para cubrir la vacante plaza de profesor de dibujo, y completar la plantilla de media docena de enseñantes que allí imparten clases, llega en enero de 1936 el pintor valenciano José Manaut. Le ha animado su esposa, Ángeles Roca Fava, natural de la Serranía rondeña a solicitar el puesto, del que nunca llegaría a sentirse defraudado, ni por la atención con que atienden a sus lecciones los alumnos, casi todas al aire libre, ni, desde luego, por la ciudad, a la que no solo pinta sino que, sugestionado, la canta en versos y en lírica prosa.
Bebía el centro con avidez de la doctrina liberal de Giner, con tanta fidelidad que, para más apostolado, pone en funcionamiento una Residencia de Estudiantes, puede que una de las pocas que funcionaran en aquel tiempo, a la manera de la que fama y prosélitos dio a la Institución Libre de Enseñanza, que aquel fundara. La progresión de ambos centros, Instituto y Residencia, a segarlos, para dejarlos carentes de alma y sentido, llegaría, con su ensangrentada hoz, la tremenda guadaña de la Guerra.
El imprevisto estallido cuando explosionó al sublevación militar, impidió a Manaut que se hallaba de vacaciones en su tierra, volver a Ronda. A poco, el Instituto sería cerrado “por falta de profesores”; porque estos, dada su condición de republicanos, procuraron no estar presentes cuando las tropas franquistas, matando sin más a quien lo fuera, entraron en septiembre del 36 en la ciudad. De ellos, su director, Eligio de Mateos, se incorporó como coronel a los ejércitos republicanos, exiliándose posteriormente a Méjico, de donde ya no volvería.
Su empeño en no huir, como hiciera su padre y hermano, y en permanecer en constante actividad cultural ayudando en Valencia a la Republica, le costaría caro a Manut, que identificado en Madrid, pasaría cerca de dos años, a partir de enero de 1943, en diversas cárceles españolas. Algunos antes, la orden del boletín oficial de 4 de noviembre de 1936, había declarado suspensos de empleo y sueldo a todos los profesores del Instituto, en su totalidad, nueve, del que ya uno, el único de derechas, en esa barbarie que se desató tras la proclamación de la contienda, había sido asesinado, una joven promesa de la Generación del 27, el granadino Joaquín Amigo, que lo era de Filosofía.
Cercenada la breve existencia del “Instituto Rojo de Ronda”, con todo lo que el dictatorial estigma proponía, la calle de Lauría, que fue la de mi infancia, había recobrado en los años cuarenta, ahora sin la aureola de su centro educativo, su otro estigma: el de la miseria más absoluta, algo que los niños, no acostumbrados a otra cosa, poco podíamos ver.
Sí que la comprobaba en propia carne Manaut, dibujando a escondidas todo lo mucho que de horror albergaba la cárcel y su atmósfera. Más de trescientos apuntes y bocetos que, asimismo, de artera forma, sacaba Ángeles entre la ropa sucia de su marido, y que hoy, en la Universidad de Carlos III, constituye un apreciado, pero sangrante testimonio, de la barbarie de esos años, ya sin guerra, pero con demasiada de ella en la mente de los vencedores.
En la actualidad, otro colegio, este de primaria, llena las aulas del antiguo Instituto. Un nombre religioso lo identifica. A nosotros, que, entonces, una pizca de las vicisitudes de la calle las vivimos, nos gusta ver en lo de “Virgen”, que lo es de condenas, martirios y muertes, que lo de “Paz”, ya se explica solo.
SUR HOY DÍA 17 OCTUBRE
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