A MENUDOS PASOS, SE MUEVE ABRIL.
Ya corre abril tan sin ataduras, como venados por los agrestes montes, e innegable es que en una mudanza cierta perseveran sus días, que aunque aún impregnados de restos de pasados naufragios, los de no hace nada, más mansos son sus vientos, menos frecuentes e intensas sus lluvias, escasamente gélidos los amaneceres y más luminosas las horas en su presuroso transcurrir. Incluso los menos conformistas, no tendrían motivos para quejarse de ese benéfico vaivén del tiempo hacia nuevos y vernales horizontes, a la búsqueda de más despejados y floridos predios, los que en circunstancias normales, les son propios al mes; sin embargo, más de uno, tras esos airados temporales que no dejaron títere con cabeza, ni árboles ni arbustos con raíces sostenedoras, ni tejados con su rebaño de tejas, a la espera de abril andábamos, pensando en los gloriosos momentos que entonces íbamos a vivir, con temperaturas de sueños, cielos calmos y, por pedir, hasta algún que otro milagro de los que raras veces acaecen, como que nuestros gobernantes se dedicaran a gobernar y no a falsear cuentas; a encumbrar a papanatas, que no son tanto a la hora de apoderarse de lo que no es suyo, despojando al pueblo de bienes que es a él a quien pertenecen; a bajar la luz, el gas y lo demás; a subir no migajas de miseria las pensiones, porque siendo un trabajo de toda la vida, ni para bocadillos hoy dan. Apesadumbrados reconocemos, la cabeza gacha y el ánimo hecho un estropajo, por lo enmarañado y deshilachado, que era demasiado milagro, mucho pedir...
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