lunes, 30 de enero de 2017

       UN ZURRÓN EN EL QUE CABE TODO

      En su manido zurrón de lo que va y vuelve, guardó su sonajero de cierzos y aguas tormentosas el padre invierno, nada más que para tararear su nana de soles y floridos azules. Sacaron pecho y vivas de gualda los naranjos, otra vez al descubierto. Y no es que huyeran del todo sus rigores y furores, que pronunciadas  y rigurosas son sus cuestas, que nunca acaban y siempre duran.
      Y en otras fragosas subidas, tan duras como las del invierno, asoman ya otras nieves, pero más dulces porque columpiando están esperanzas, que hasta la naturaleza, para no claudicar, en ellas se escuda. Un primor y un ahogo de no parar el de estos almendros de las laderas del Tajo. Se desviven por mirar al río, con un cauce de despertares de torrentes; su portentoso equilibrio de blancas flores, verde yerba,y doradas rocas es. Y un vacío y un llenar el corazón para uno, que no es de este mundo sino de un augusto sueño, el mismo que acuna una fogata sin fuego y un desvestir de fulgores  y de falaces nubes, porque solo humo son.

miércoles, 25 de enero de 2017



      DESPUÉS DE LA BATALLA

             De las de la naturaleza, me refiero, que de las otras, de las que llaman a compasión a las víctimas y de ira hacia los que las provocan, más vale no pensar, si es que se quiere conciliar con cierta calma el sueño.
            De la que librara la naturaleza por estas tierras hace unos días, vistiendo de fiesta, sin serlo, a cañadas, colinas, senderos, viviendas y rincones, nada más que queda ahora un resto, pregonando la fugacidad y declive de nosotros mismos y de cuanto nos rodea; de lo que ayer fue prodigio y hoy es ruina, pues solo se mantienen algunos montones arrinconados aquí y allá de nieve sucia, negruzca, de tan blanca como era, como una virgen que de mala manera perdiera su pureza y con ella se extinguiera su candorosa belleza. Bueno, me expreso no muy acertadamente, porque si es verdad que lo que quedaba de níveo ropaje se ha refugiado en su tarda huida muy lejos de zonas habitables, en pos del vértigo de las magnas alturas serranas y de ese silencio que, perennemente, dormita en sus augustas cumbres, sin embargo,  antes, con una invisible huella ha salpicado de brillos inauditos, con algodonosos vapores, como restos de fogatas, al horizonte y, por ende, al paisaje más cercano, ahíto con su inesperado riego de promesas de venturas y granadas cosechas.


jueves, 19 de enero de 2017

         NOS SORPRENDE LA MAÑANA

       El hecho de que su pureza se arrope con un silencio sin fisuras, es lo que convierte a la nieve en toda una sorpresa, sobre todo si, cuando se desploma sobre nuestras viviendas y calles, es de noche. Una sorpresa mayúscula, pues, nada más abrir esta espectacular mañana ventanas y balcones. Y sorpresa porque aunque de suyo montaraces y elevadas estas tierras, hacía años que no la contemplábamos, porque los inviernos han dejado de ser lo que eran, al igual que, para mal, los estíos. Y fuera de esa belleza y blancura que se expande por doquier y que llena de fronteras a un invisible horizonte, es insólita la mañana, porque el silencio es avasallador y lo es más la soledad, sin vehículos en las calles, a estas horas otros días abarrotadas de ellos y nadie por sus aceras. Aunque mucho se podría hablar de su veracidad, casi nos agarraríamos obviando otras cuestiones tanto a lo que pregona esa antiguo refrán: "año de nieve, año de bienes", y a lo que de ello pudiera aportar los que arrastre esta imprevista nevada como a la magna contemplación del escenario, eso si no nos hiriera el pensamiento de los que, a millares, este glacial ambiente ahonda sus males, sus fríos, sus hambres y sus necesidades.

domingo, 15 de enero de 2017

           CONCITA EXTRAÑAS IDEAS LA MAÑANA
   
       Concita extrañas ideas la mañana, tan solitaria por ser fiesta de guardar, pero sobre todo por esa luna incrustada en el paisaje, dándose la mano con el día que algo amedrentado nace. Tiene algo de misticismo, de austeridad de eremita el momento, con esa obstinación de lo que queda de las sombras y de la noche negándose a desaparecer, simbolizado por la presencia de la luna, mostrando sus redondez y blancura en unas horas que ya no le pertenecen, que son plenamente del día. Con todo, ese haz de lechosas claridades que atosiga ahora a las montañas, avivándolas para que se muestren, se dirían que de la  soberana de la noche parte, y no de su dueño y señor el astro rey; que es el postrero suspiro con que, prolongando hasta la exageración, da fin a un laborioso quehacer para el que en estas jornadas de fiel invierno no da abasto, pues los día son breves y apenas unas horas serán las del reposo.
           Y sí que llegó el frío, y en oleadas tempraneras, con su horda de brisas traicioneras que te acuchillan la faz y, si en las ateridas calles te atacan, te hacen añorar el calor del hogar, no ya por ser tu castillo en el que te amurallas y te haces fuerte, que es mucho decir, sino porque es un istmo de bondades, de panes, amores y calores que te hacen sentir mejor. ¡Qué más pedir!  

sábado, 14 de enero de 2017

       LA OLA QUE LLEGA

      Hace frío. No insoportable, bien abrigado, pero se anuncia bastante más; "una ola" de él, de las que, como antaño, cuando menos ardoroso y dañado en sus ciclos estaba el mundo, nos ponía a tiritar, a tirar de bufandas y a perseguir  recachas no ocupadas ya. Funesta noticia esta del helor que llega para los que han de optar, cada día más, por comer o calentarse, y óptimas para las eléctricas y los poderosos miembros que las componen, nunca ahítos de riquezas que tan a las manos y con tan poco esfuerzo les colman cuentas y maletas.
     En realidad este frío que nos amenaza, mucho antes que satélites y termómetros, lo vienen barruntando bandadas de aves a las que, desde mi ventana veo en en los atardeceres buscar el abeto más erguido, fuerte y añoso de los alrededores para dirimir sus pequeñas diferencias, que no son otras que fijar el momento, agrupadas, de su partida y el de su inmediato destino antes de que esos glaciales soplos norteños las acongojen y a algunas mate.
       Les cuesta la vida decidirse, porque no es tan fácil abandonar su hogar de muchos meses. Para que no les falte el aliento, cuando marchen a otros cálidos lares, se entrenan a la vez que dando grititos deliberan. Y salen y entran batiendo las ramas del espigado abeto, poniendo una nota adicional de color en un cielo que a esas horas de todos ellos explota.

domingo, 8 de enero de 2017

DOMINGO DE ENERO

      Ese abrigo de armiño con que se ha despertado la aurora, no solo ha dejado su frágil huella en vehículos y tejados sino que, también, un poco blanquecino, blanducho, nuestro ánimo,  poco firme, presto siempre a doblegarse a la menor tormenta. Y es que tras ese desmesurado derroche de dinero y de alegría a que tantas fiestas obliga, no es extraño que punzadas de tristeza venga a ocupar el lugar donde antes hubo licores, salvas, platos a rebosar y la tonta idea de que nuestro mundo navega por un océano de delicias e infinitos dulzores, donde la tristeza y el dolor no tiene sitio.
      Retomar el perdido rumbo, el de nuestra sagrada rutina, nos costará no tanto como sudor y lágrimas, pero sí un mucho de desconcierto. Y, diríamos que algo a la deriva anda también la mañana, con soles que apenas calientan y nubes que no son nubes sino estilizadas tiras que por los cielos merodean, buscando un lugar donde agruparse, para ser más; con música de acordeones perdidos y notas que si no son quejas tampoco alegran. Y dubitativos están palomas y gorriones, unas porque los que las alimentan, recuperándose de jolgorios y comilonas en blandos lechos y pesados sueños sumergidos están, y los otros porque no saben cómo desprenderse de ese frío que los aturde y los empuja a no estarse un minuto quietos, de rama en rama, de vuelo en vuelo. Para estar estrenando año y ser enero y, aunque con poca fuerza brillar el sol, no mucho, a nosotros, confundidos, nos ha dado la invernal mañana, no sabemos a los demás. 

domingo, 1 de enero de 2017

       2017 Y SU FALTA DE SEÑALES
     
      Ningún ángel con bíblicas trompetas, ni ningún preclaro mensajero procedente del infernal subsuelo, en otros inframundos, por donde deben andar los incandescentes avernos, los ríos del olvido, sus penados moradores y demoníacos dueños, vinieron a anunciarnos mudanzas que no fueran las sabidas. Ni cataclismos, ni rupturas en un tiempo que es  como un ovillo de interminable hilo que ni se acaba ni se detiene. Todo igual, hoy como ayer, con estreno de año o sin él.  Las mismas guerras, nada más comenzar el día, los mismos fanatismos religiosos o civiles, las mismas bombas sembrando muertes y destrucción, los mismos niños sin padres, las mismas víctimas del odio del hombre hacia su mujer, hacia sus semejantes sin mirar ni siquiera si a los que mata son sus hijos, sus esposas, sus madres. Llegó otro año y lo celebramos como locos, como si eso supusiera la venida imprevista  de alguna paz, la interrupción de alguna guerra y no la venida de otras de nuevo cuño. 
       Sí que celebraremos estar vivos, y que aún nazca el día con sus festín de luminarias y las noches reparadoras con sombras que no lo son; que se levanten montañas que apunten al cielo y no a la tierra, para ilusionarnos con otros sueños; que los ríos fecunden sembrados; que a falta de que los de todo el universo rían, coman y jueguen, que al menos los nuestros, nuestros hijos y nietos, los de nuestro suelo lo hagan. 
         Nosotros, para tener certeza de que nada había cambiado, de que estábamos, como ayer, vivos, de que ese 2017, imaginaria parada de algo que nunca se detiene, hemos dado de comer a un gato callejero que a nuestra puerta estaba, dejado el consuelo impreso de unas revistas a una vecina de incurable vejez y sordera,
y como ni celestiales trompetas ni demoníacos rugidos atronaban el aire de la mañana, con nuestra rutina, y que siga, hemos seguido.