sábado, 26 de abril de 2014

RIO, PUENTE Y CIUDAD


     Cual humana naturaleza, Zaide, se compone nuestra ciudad de cuerpo y alma. Cuerpo sería su urbanismo y alma su montaraz paisaje, del que es parte esencial ese inmenso despeñadero que la cerca y enaltece. Ya, de por sí, la ciudad, casi aspira a ser alma también, por encumbrada, y remeda por ello, en altura, perfiles y juego de luces, a sus montañas hermanas, acaparando con harto abuso insólitos brillos o atrayendo inabarcables cielos, para llegar antes que nadie a donde sólo se escucha  batir de alas, y, más que nada,  el afónico murmullo del silencio.
   Paisaje y alma es a la vez el Puente, perenne vigía de afanosos turbiones, africanos soles, o de desmandados vientos,  costeros y serranos, aun de los ignotos que nadie espera, ni ninguna predicción augura. Para más similitud de la que hablamos, cuenta con dos ojos de fábula el Puente, para que nada se le escape de lo que fluye por el horizonte, con rumbo o sin él, con buenas o perversas intenciones, con ganas de merodear por lo que son sus posesiones o sin ellas, y si se lo calla es porque muy consciente es de que su papel roza más lo místico que lo de correveidile.
     El río, es pequeño, rebelde, fanfarrón a veces, holgazán otras. A maltraer anda con el Puente, que intenta enderezar su curso y llevarlo por donde él quiere, y para eso le señala con su arco, ex profeso,  sin darle opciones que pueden llevar a engaño, por dónde habrá de ir. Y sí, a regañadientes obedece aquél, qué podría hacer; pero de tan de mala ganas en ocasiones que, quién lo diría en un aprendiz de río, sus aguas ciegan salidas y pétreas aberturas, y su mal humor o su venganza de ¡ahora verás!, llena de sonidos el hondón, nieve y espuma, y su voz, todos los días campanilla de la ciudad, se torna ahora  campana mayor, tanto como para ahogar la de sus templos y capillas.

martes, 22 de abril de 2014

PARA SER DIFERENTES



     Para blandir espadas, sin entrar en combate ni a nadie herir; vestir invisibles atavíos, sin que se noten; apagar la sed de nunca envejecer, colmando la boca del líquido milagroso que mana de la fuente de la perenne juventud; montar a cualquier hora que se te antoje, con brocados y mantos reales, a lomos del unicornio de azaroso rumbo y brioso galopar;  caminar por mullidas nubes sin hundirte ni caer; surcar nadando días enteros inabarcables océanos sin desfallecer; penetrar en los misterios de las grutas más ocultas; pintar con los primitivos;  convivir con trasgos y duendes, de callado andar; aflorar en un tris tras a civilizaciones muertas; hablar lenguas que ya non existen; discutir de sabiduría y conocimientos con Platón, con Socrates; de viajes y raras costumbres con Herodoto y Marco Polo; con Ulises e Ibn Battuta; de conjuros y magias con Merlin; de monarcas locos y de la ira imparable de los celos con Shakespeare; de gigantes  y encantadores con Cervantes; para aprender a amar y a ser amado;  para apreciar lo que tienes y no clamar por lo que no tienes; para acariciar la luna y ver de cerca al sol; sobrepasar planetas;  para tocar la última piedra, el gozne sobre el que da vuelta la tierra; para echar carreras y ganarle a un centauro; para escalar sin guía y sin cuerdas, el pico más alto del mundo; para apresar con tus brazos lo que es imposible abarcar; para volar sintiendo en tu rostro el batir de las de Pegaso hacia lo ignoto; para llegar donde nadie ha estado. para oír la majestad de la melodía que mueve al universo y en fin, lo maravilloso, lo fantástico, lo inefable, al hombre, a su inocencia de niño, y a su sabiduría de anciano, al bosque, al río, todo lo que nunca has podido oír, ni alcanzar siquiera con la mente; para lidiar con congojas que parecen no tener remedios, celebraría, Zaide, que, como muchos, como el que oye tus interminables lamentos, buscaras en los libros. 
 

domingo, 20 de abril de 2014

UN MEDIADOR DE TALLA EN LA NATURALEZA



     llueve. Sin pausas. A ratos, con cierta intensidad y descaro, sin detenerse a pensar quien gobierna la lluvia que viene a destrozar en un longevo rato, sin miramientos, con cierta saña de mudanza, lo que durante unos días de inusitada placidez se constituyó, con aires de monarca instaurado, en un tiempo, no ya puramente vernal, sino de avanzado estío. Casi siempre tiene el agua por estos lares meridionales, la virtud de poner las cosas en su sitio. Dejando a un lado su cualidad fecundante de los campos y de suministradora en monopolio de ríos y hontanares, es de ver cómo, cuando la naturaleza se desvía un ápice de su febril camino, y nos sorprende con furiosos calores o insoportables fríos, es ineludiblemente la lluvia la que ejerce de mediadora para guardar el equilibrio, el orden, en una eterna andadura, por unos momentos perdidos de los cielos. Por un motivo más, pues, saludemos con alborozo, a este agua que sea cual sea su misión en el ajuste del universo, en algo nos vale, a nosotros, pobres y zarandeados mortales, para mantener también un poco nuestro propio equilibrio y estabilidad. Que es mucho, pensamos.

viernes, 18 de abril de 2014

NUBES QUE NO SON NUBES.



     Hay nubes esta mañana, todavía aquietada y somnolienta, a medio espabilar, que no son tales, aunque pocos lo adivinarían. Sin embargo, son maestras en apañar la forma, largura y níveo vellón de aquéllas, para que nadie tome atención a lo que hacen. Dan el pálpito, porque no es nada nuevo que se trata de un subterfugio del que taimadamente se valen ciertos vientos que, antes de proclamarse como tales, con toda propiedad, merodean por aquí en busca del momento adecuado, el instante preciso, para asaltar la ciudad a la que, una vez consumado el engaño, con más vigor e inquina azotan por cogerla desprevenida, por su indefensión y patente desamparo. Son vientos de ignorada procedencia, bastardos o advenedizos los más, y que, por serlos, se arropan en el disimulo, en la innominada máscara que usurpan a otros. Se aprietan contra las cumbres las montañas sin taparlas, ciñéndolas de vaporoso abrigo, de oblongas bufandas, muy prietas, casi ahogándolas, mientras con toda la calma del mundo aguardan, a veces todo un largo día, ese calculado minuto del reloj en que se harán dueños de la ciudad. La usurpación y el dominio no dura eternamente, tres o cuatro jornadas, pero  que se hacen insufribles por el poderío y mentales convulsiones que sus imbatibles ráfagas a los habitantes causan.  


lunes, 14 de abril de 2014

MUDANZAS QUE NO SON LAS NUESTRAS



      Es mudanza el viento que a veces fortalece tus pulmones y otras los emponzoña, y la es la de los rayos solares que dan vida y queman y agostan a su paso, sin remedio, en ocasiones; y la de la luz que alumbra y puede cegar; o la del agua calma que serena y limpia, que puede devenir, también, en segundos, en letales sus procelosos torbellinos;  pero si en el orden incuestionable del universo todo tiene su explicación y provechoso sentido, no pretendas, Zaide, con tus continuas mudanzas y cambios de actitudes imitar a ingentes fuerzas y elementos que con otros fines naturales fueron creados. No digas hoy sí y mañana niegues lo que ayer afirmabas, porque una vez descubierta tu actitud, ningún caso te harán ni te prestarán atención, los que alguna vez lo hicieron. Lucha desde el primer día por adquirir tus convicciones, pero una vez aprehendidas, nunca renuncies a ellas, porque aunque no sean las ajenas, servirán para respetarte y no para de tí mofarse,  que siempre es de admirar la fidelidad a una causa, a una fe, a un amor, a un cumplido ejercicio, a una esperanza, por muy vana y lejana que a los demás parezca.

sábado, 12 de abril de 2014

EL GOZO DE VIVIR



     Con un sol de fábula y blandas brisas, una caricia que estremece alma y cuerpo, miles de plantas, miles de árboles y arbustos se ha puesto a porfía a ver quién destaca en destapar en sus jugosas frondas un mundo de colores y brillos, y vano intento sería elegir un ganador que todos los son. Es un derroche de buen tiempo y de belleza natural que unida a la que no necesita de estaciones, ni de otras ayudas adicionales: la de nuestra ciudad, sin demora han atraído a una multitud de visitantes, de lenguas conocidas y otras extrañas que en prietos grupos oyen historias en boca de sus guías de nuestro pasado, de conquistas y civilizaciones ya muertas, pero vivas en monumentos y ruinas. Con una cierta alegría contemplamos en lo más mollar de la ciudad este despliegue, casi bélico foráneo, por lo que de beneficio puede suponer a una economía harto exánime.
      Pese a ser ciudad pequeña, no le faltan contrastes a la nuestra. Y uno de ellos es, a contados pasos,  hallar el silencio que, por unas horas, -huyendo del tremor de un turismo afanoso, pero obligado por la prisa a no ir muy lejos- se refugia o mas bien se suma a donde nunca falta. Y son muchos los sitios con esta cualidad. El imperial silencio de esta luminosa mañana tiene especiales tintes, a más de monacal se impregna de vida, de ansias de eternidad, de alegría de vivir y por unos momentos, gloriosos instantes, uno puede olvidarse de cuanto entristece al mundo, a nuestra sociedad y pensar, en un utópico espacio, en que son todos los seres los que, al igual que uno, participan, aunque sólo sea momentáneamente, de estos instantes de placidez, de gozo, de sentirse dioses. 
  

viernes, 11 de abril de 2014

CUANDO EL REMEDIO SON LOS SUEÑOS



    Cuenta, Zaide, con que la humana existencia es singular, pero desde luego no es ese inmaculado prado de mieles y rosas que todos añoramos. Para evitar sonoros desengaños que a insondables despeñaderos del espíritu llevan, sería prudente que en las alforjas de tu alma lugar hubiera para albergar dádivas de la diosa fortuna, con frecuencia tan esquiva, y, no menos, una mínima buhardilla para tus sueños, que es mágica pócima en todas las situaciones y alcanza para aliviar males y sinsabores, aun los más rebeldes. No abuses tampoco de tus sueños, que sea tu último remedio, porque ya bastante tenemos con darle vueltas a lo que es la vida,
ese sueño tan soberbio como incomprensible. Sin prescindir de ellos, ponle límites, tanto a su concurso como a la extensión de ellos, no seas que sólo te dediques a soñar sin detenerte en la realidad de las cosas.

miércoles, 9 de abril de 2014

CONTAR ESTRELLAS ES DE DIOSES



    En mis febles luces de brizna que perpleja por el universo vaga, intuyo, Zaide, que, en sus eternidades de asueto, los dioses matan el tedio jugando a contar estrellas, su número justo, ni una más, ni una menos, completa adición de la que ni la más timorata o díscola escapa. Dada la omnisciencia de aquéllos, la tarea se supone la mar de sencilla, un divertimiento propio de oníricos titanes sin ningún tipo de obstáculos para ellos que todo lo saben y pueden.
    Para nosotros, ni siquiera cabe un fatuo intento de imitación, que podría, si nos obcecamos, en mover sin retorno alguno, antes de tiempo y razón, el medido ajuste de las piezas de nuestro juicio. Puedo asegurarte, que no existen cábalas, por muy certeras que sean, ni esotéricos sistemas fiables, ni métodos tecnológicos que ayudarte puedan en esa ingente locura del recuento de estrellas. Ni aun viviendo mil vidas, olvidando del todo al día, enlazando noche con noche, cabalgando como posesos de hemisferio en hemisferio, en un inacabable ir y volver, sin hacer otra cosa, nada conseguirías.
   Te propongo, para algo calmar tu sed de aprehender magnitudes que medidas no tienen, un  ejercicio que si no es el inalcanzable, el pretencioso, de contar astros, un hermoso sustituto sería. En la calma augusta de las nocturnas sombras, mejor si el silencio impera, elige una parcela de cielo.  A diestra o a siniestra, es lo de menos. No muy extensa ni muy henchida de estrellas para que un mínimo dominio visual ejerzas. Te recomiendo no te extralimites en eso de la elección de la celeste superficie, por lo dicho y porque por pequeña que sea, relucirán cegadoras, como áureos doblones medievales centenares de estrellas. Fija luego tu atención, con gran cuidado, en quince, veinte, treinta lo más de ellas. No es una lista cerrada, pero a esta habrás de aplicar la función del cuentagotas.
     Lo más peliagudo es el principio: tratar de, muy poco a poco, sin premuras, colocar la imagen de los tuyos, una a una, con harto celo desde luego, en cada estrella, la de la familia, también la de los fallecidos, y la de los contados amigos. Será cuestión de semanas, puede que de meses porque ardua es la tarea, dependiendo de las horas y el fervor que le dediques. También habrás de tener en cuenta la duración de la noche y, cómo no, tu voluntad para echar paladas al sueño. Pero a la larga, con una satisfacción y una paz a tu vera que no es para contar, y ya con escaso esfuerzo adicional, será una gloria, esta sí que divina,  cada noche, nada más atardecer, con luces y colores de éste que furtivos se han aposentado en las estrellas, ver aparecer en tu parcela estrellada, en la faz de tus estrellas, la de tus padres, la  de tus abuelos, la de la madre de tus hijos, las de tus hijos y de los hijos de tus hijos, componiendo un milagroso friso, que es y no es de este mundo y que, en cierto modo,  te hará, aparte de tener presente a todos los que amas, a todos los que te aman y amaron, no perder la esperanza de un encuentro por allá, alguna vez, por impensables lugares y soñados cielos.

martes, 8 de abril de 2014

DAR Y RECIBIR




     Calamitosa, aciaga etapa la nuestra, la que con pena contemplamos. Onerosos transcurren los días, amilanados por el peso insoportable de penurias que a muchos zarandean y con saña a casi todos maltratan. Dos conceptos, dos acciones que en su aparente contradicción se dan la mano, como son las del dar y recibir, que siempre intentaron equilibrar la marcha de la humanidad sin conseguirlo, ocupan ahora más que nunca el vasto escenario del gran teatro del mundo. Quizás, Zaides, tú que una  vez, en tiempos tan precarios como los de ahora, pediste ambicioso a los cielos más de lo que falta te hacía para sacar adelante a tu casa y a los tuyos, y ellos se mostraron dadivosos contigo, si es que lo has olvidado, deberías recordar que para dar no tendrás que postrarte lloroso ante nadie, y que para el generoso, o el que acomete la senda de serlo, pocas satisfacciones existen en el mundo tan reparadoras del espíritu como la de tender el ánimo compasivo al que sin consuelo pide. Con certeza que a él le va la vida en hacerlo, y bueno sería que, si no tanto, a tí te fuera algo de la tuya en atenderlo.




sábado, 5 de abril de 2014

UN TRIBUTO




    De su venida en estos días, la primavera avisa con incipientes floraciones y verdores.  Estupefactos  lo contemplan los árboles, desde, todavía, una desnudez de perplejas ramas, insolentes ya por enmarcar y ser parte de un paisaje, de un horizonte, que ya comienza a cubrirse, a irisarse. Sería el momento sensato con esta placidez, antes de que se diluya el tiempo, optando por otros senderos, de pagar tributo a la ciudad, nunca descubierta del todo, nunca recorrida en su pequeña amplitud y recogimiento, aunque en ella se habite, ya que las preocupaciones del cotidiano trajinar, más que desvelarla nos la vedan. Harta osadía sería alardear de conocer tan bien a la ciudad en la que se vive, por diminuta que sea ésta, como para memorizar todos sus rincones, todas sus entradas y salidas, todos los recovecos, todos sus silencios y clamores, tan cambiantes con el progreso de las horas y de la atmósfera, con las luces que van y vienen, con soles o lluvias, con vientos o brumas.  Cientos de fisonomías, centenares de ropajes en cada fachada, en cada plaza, en cada destello de piedras, rocas o aleros, contribuyen con sus matices a que la identidad de la ciudad sea la de no tener una acusada sino casi infinitas. Un reto la conquista, un deber su conocimiento y un placer, nunca bien loado, esa venturosa búsqueda, que a nadie daña y a uno, metido en el ilusionado empeño, motiva y emociona, como a un niño su primer juguete.    


jueves, 3 de abril de 2014

DE PACIENCIA Y TINO



     De paciencia y tino habrás de valerte, Zaide, para entender que, no sólo a tí, que a todos nos aturde y acongoja el paso del tiempo; que, por mucho que te agobie y pese, a su marcha implacable no la detiene, ni siquiera la apaciguan, nostalgias de un remoto ayer, ni menos el humano sueño de la perenne juventud. Te sentirás mejor, pensando que estás gozando una vida que no todos los que conociste han tenido tan prolongada como la tuya y que si hay días que con gusto anularías de tu memoria, los más, sin embargo, con creces vienen a  compensar la desesperanza anterior. De lo bueno y de lo malo se nutre nuestra existencia, que eso diríamos que es, para mantenerte siempre alerta, siempre despierto: una sorprendente mezcolanza de pesares, deleites, y lágrimas; un puro azar en la mayoría de las ocasiones, que añade más que quita sabor y da algún sentido a una vida que muy cruel ha de ser como para que no valga la pena explorarla, saborearla en su agridulce sonata,  hasta donde te dejen las fuerzas y tu sino.


       

martes, 1 de abril de 2014

MERIDIONAL ABRIL



     ¡Oh gozoso mes! ¡Oh gloria de meses! Eres abril, sastre mayor del reino de reinos de la naturaleza, maestro de ceremonias en su momento más dulce, más prodigioso, ese incomparable al que sólo caben atribuir peregrinas frondas, blandos céfiros, tornasolados colores. Tú vistes a tus montaraces hijos, a los amenos prados, bosques, riberas, cuestas, laderas, collados, orillas o torrentes, por nombrar los más sonados, con galanos ropajes, de inaudito esplendor, de añorada textura, en una explosión cromática que es para relatar, porque aunque no sean cantores lo que le faltan a tan preciado tiempo, ensalzándolo lo honramos.
       Y cuando las palabras, en inútil búsqueda de una loa medianamente nueva, se apagan exhaustas, sin conseguir su objetivo, no nos queda más a los torpes aprendices de ambulantes trovadores que pedir con todo fervor, a quien corresponda, que tampoco está uno muy seguro del destinatario, que la luz siga llegando, como hasta ahora, magnánima, generosa a nuestros ojos, sin que mucho se debilite, así como a nuestro paciente corazón el clarividente ánimo de admirar todo cuanto lo merece, que es infinito, para que ese derroche de venturosas escenas que propone el mes, posibilite, cuando haya transcurrido un año, disfrutar, una vez más, como lo que es, de algo irrepetible, grandioso, por poco caso que al milagro se le preste.