domingo, 23 de febrero de 2014

FLORACIONES QUE LLEGAN



     Recaen en febrero un acervo de actuaciones afines con su largo peregrinar de siglos, de las que, bondadosas o perversas, le cuesta un mundo desprenderse. Sería una de ellas la de escudriñar las entrañas del tiempo sacándolo de sus casillas por la intromisión, dejándolo inerme, sin albedrío, control ni gobernalle alguno, sacudiendo, en fin, su ánimo que oscila desde la más excelsa exultación hasta el más misérrimo estado de desaliento. En realidad, si se acepta el símil, ni más ni menos que como cualquier infeliz mortal cuando de improviso, a veces sin aparente razón, le acometen esas inesperadas murrias tras dilatadas fases de engreimiento de su tan preciado yo.
     Pero además de las tradicionales, merecidas o no, cuenta con otras cualidades el mes, que nadie puede negarle y que al contrario de las nombradas, veleidosas las más en su aparición, nunca holgazanean a la hora de precisar con meridiana exactitud en qué estadio del año nos hallamos. Es la de amamantar en su seno, el más exiguo del calendario, a las primeras floraciones, las mismas que un dilatado invierno quiere dejar, como promesa de que no todo es hosco y gris en su reinado, a su sucesora, la presentida primavera. Y no es sólo el almendro de encendida flor y abrupto asiento, que a nada teme que no sea al desplegar de su rotundo su blancor;  es a poco tardar


la mimosa, batida por todas las furias del invierno, que se refugia en los jardines para desplegar su gualda intenso, una ola amarilla en todo momento; y es ya, recuperado de su temor a los aires helados, el luminoso guiño del jazmín, una nívea puntada y un signo más de que algo cambia. 

miércoles, 19 de febrero de 2014

MIRA A QUIEN PREVIENES



     Con los años aprenderás a conocer, Zaide, lo que de mendaz y engañoso guarda en su recóndito seno la existencia, y lo que de inescrutable ocultan los laberintos y estancias del alma de cada cual. Multitud de mundos vagan sin rumbo, a pleno extravío, por el que misericordioso, con nombre y condición  propia, nos cobija. Un universo por explorar cada uno somos y un enigma sin rostro y sin solución el propio y el de tus semejantes.

     Por ello, caro amigo, huye cuanto puedas del mal recompensado oficio de redentor, a no ser que el caso sea muy extremo. No oses dar consejos, si nadie te lo pide, y aun entonces, cuida bien de lo que previenes y avisas no sea que tu admonición se vuelva contra tí y haga añicos tu buena voluntad y reputación, también, y escaldado salgas del todo. Y si de mensajero de otro vas, que los dioses te valgan, porque toda protección, por mucho que te guardes, será poca.

lunes, 17 de febrero de 2014

PERCEPCIONES FALACES EN LAS VIVIENDAS


     Desde lejos, mucho antes de aproximarse a ellas, estas viviendas de nuestra ciudad, en la parte más antañona, atrapan con un juego sagaz al caminante. En un primer momento, se apostaría por una ilimitada invitación a trasponer sus umbrales, porque toda su fachada, sin contar siquiera la puerta, es un hervidero con balcones, grandes y pequeñas ventanas, de potenciales entradas. Incluso los cierros que tal centinelas se apoyan y ocupan parte de la superficie de la acera, a sendos lados, tan especiales y estirados como señoritos de por aquí de otros tiempos, parecen dar pie a una hospitalidad que se brinda, sin ambages, generosa.
    Falaz percepción, ilusorio espejismo de nuestros alienados sentidos que desaparece nada más llegar a su ámbito. Rejas y más rejas por doquier, arriba y abajo, a un lateral y a otro, hierros y más hierros,  barrotes y más barrotes, que por mucho que se abomben y regodeen en fatuo despliegue de primoroso arte, sin jamás perder su perfecto cruce de líneas, limitan el paso con una rotundidad a toda  prueba, con un hieratismo de muchos siglos, a cualquier posibilidad de entrada. Se vierte así a manos llenas lo que no es sino un tenaz caminar de encontradas religiones y de perdidas culturas en el tumulto de la historia. Cabía no hace mucho, si bien se miraba, un contraste grande entre la ornada puerta de ellas, que pocas veces permanecía clausurada, dejando ver las entrañas de las casas o penetrar hasta lo más recatado, si te placía, y la tenaz cerrazón que, con postigos, vidrios y visillos, pregonaban sus otros huecos. Hoy, en que las puertas han vuelto a cerrarse, menos.

jueves, 13 de febrero de 2014

CALLADO OBRAR, SIN PREGONES.



     Entiende, Zaide, que al amor le sobran  fanfarrias, glosas o pregones, ya que es un callado obrar el suyo, y no festeja la llegada o salida de una época, ni ningún suceso histórico del pasado, que se necesite rememorar para que el olvido no lo sepulte. El amor es, por el contrario, bien entendido, intimidad y refugio,  la continuidad sin paradas de un sentimiento que sería sandez encadenar a una fecha, porque las cubre y ocupa todas, o no será tal. Para ser cierto, hoguera familiar debería acunar,  flamígero calor que se proyectara de esposo a esposa, de hijo a padre, de hermana a hermano, de  abuelos a nietos, en su doble senda. Fuera del ámbito del hogar, de desear sería, además, para luminosa perfección, que esa llama nuestra alcanzara a otra clase de semejantes, menos agraciados en fortuna y familia. Si el amor es vida, no cuesta tanto prolongar algo, de alguna manera, la de los demás. 



miércoles, 12 de febrero de 2014

FUGITIVAS MONTAÑAS




       Con cielos encapotados, como los de hoy, y una llovizna que es caricia, la ciudad parece flotar dentro de una gigantesca pompa de jabón. Hay una morosidad instalada en las cosas, como esa cansina que, para no dejarnos ya, se nos acomoda con los años, y una luz lechosa que sin dejar en esencia de ser lo que es, pleno día, confiere al entorno un punto de materialidad, haciendo más íntimo, más a la mano, más tangible a lo que, por cercano, otras veces prestamos menos atención. Pero, también, mas que nada, anda emboscada en el ambiente la sensación de que se nos despoja de algo, de algo tan unido a la ciudad que ésta sin eso que echamos de menos, que una realidad engañosa viene a quitarnos algo, que al ser de aquélla es con harta razón, por propio derecho de los que aquí vivimos muy nuestro, es menos. No hay más que mirar al horizonte, no a lontananza, que no existe hoy,  para darnos cuenta de esa carencia de ahora: las de las montañas, las recorridas por leyendas, revoluciones, caminantes, y que como a estos, sin tener que hollarlas, nos acompañan las más de las veces en su nimia distancia, Un redondel de ellas, cada una con un pueblo en sus laderas, al otro lado, como para que la vigilancia de su hermana mayor, pase más desapercibida. Todo montaña. No es sino una montaña boca abajo, nuestro precipicio, despojado de su rocoso interior, para que nada desentone dentro de lo que es virtud y desafío a cualquier equilibrio, y que, pese a todo, paradójicamente, es antañona estabilidad y firmeza.

  

martes, 11 de febrero de 2014

TESOROS QUE NO CUENTAN COMO RIQUEZA



     Ni siquiera a solas, harías mal, Zaide, en mofarte de aquellos pocos entendidos que en vez de riquezas atesoran conocimiento, porque, en suma, no otra cosa representan los libros, perennes parcelas de saber plasmadas en papel o en cualquier otro material, anterior o posterior a éste, y que en todas las épocas de la dilatada historia de la humanidad, a algunos de nuestros congéneres, más ingeniosos, avispados, eruditos o curiosos, o una mezcla de todo, dictaron la intuición, el esfuerzo y la experiencia de toda una vida. Ten presente, que si algún orden, por muy impreciso y precario que sea, mueve hoy en día a la moderna sociedad y al hombre, como prístina célula gregaria de la pirámide, mucha de la evolución conseguida fue debida a la letra impresa.
      Y si en los presentes días podemos considerar como un bien duradero a un libro, también pudiera ser que, andando los años, ahora que desaparecen editoriales y librerías, se apuesta por otros evanescentes modelos, y que hasta los autores se pagan sin beneficio alguno la edición de sus libros, llegara el momento soñado, en que, hasta en su sentido material, el libro fuera de cierto lo que ahora no es sino metáfora e ilusión del alma:  una fuente de dinero. Por soñar que no quede.  


lunes, 10 de febrero de 2014

HABLAN LOS CIELOS



     Cuando los cielos hablan todo el orbe enmudece. ¡Menuda día y noche el precedente, Zaide!, con vientos de furia tal que desbocados agrietaban muros, hacían medir el suelo a árboles y cornisas o  machacar moles de piedras de ancestral asiento para zarandearlas como pompas, y dando la mano a aguaceros que no eran más que tangibles símiles de ese diluvio universal que cuentan textos bíblicos debió azotar la tierra en una época imprecisa. Eso tiene la atmósfera por estos lares sureños, capaz de trocar en un frenético parpadeo, frío en calor, nieve en exudación o bonanza en borrasca. A cambio de esas alteraciones que ponen los ánimos a recorrer en fracciones de segundo la escala que va de la depresión más profunda a la exaltación más desatinada de tu yo, en un momento dios de todo y en otro vil miseria, tendremos que agradecer no vivir estos días en predios tropicales, porque espantada la monotonía que en esos esos lugares suele acoger al clima, hay por aquí, cuando le viene en gana, durante unas horas, con lo que como mero espectador maravillarse, porque pura magia la naturaleza siempre, es ahora un espectáculo indecible, un escenario de sorprendentes efectos, distorsiones, brillos, sombras, y acometida de elementos desatados, que después de todo, dentro de su furor y daño, habría que agradecer, extrayendo de él lo que de provecho para la vista tiene.   

domingo, 9 de febrero de 2014

AHORA QUE LA FORTUNA TE DA SU MANO



     Ahora, Zaide, que la fortuna se muestra dadivosa contigo, que  el dinero abarrota tus arcas, y que lejos quedaron aquellos días en que la escasez se enseñoreaba de tu morada, no des de lado a la memoria, que nunca es sensato, porque evocar el pasado, quitarle su densa costra, con lo que de malo y bueno tuvo, siempre es fuente de enseñanza. Recuerda de paso, que los bienes terrenos nunca suelen ser eternos y sí, más pronto o más tarde, perecederos, y, de la misma forma, también,  que en los tiempos aciagos que amargamente viviste, maldecías al que teniendo en abundancia no volvía sus ojos hacia tu desgracia. No todos somos iguales de corazón, ni es un patrón aquél por el que debas medir tú, tus acciones de hoy, cuando todo son sonrisas. Aparta algunas de tus monedas para los que teniendo poco, a diario salen a tu encuentro. Eso no mermará tus caudales y te hará sentir mejor, más humano, más acorde con una realidad a la que no por triste fuera de tí, deberías perder de vista, sino tenerla presente en todo momento, ya que todo muda y no será extraño que lo que hoy es altiva cumbre, mañana torne en mísero suelo. 


 

viernes, 7 de febrero de 2014

LA MEJOR DE LAS EPIFANÍAS.



      Por estos vastos predios meridionales, casi africanos, pocas epifanías celebra el devenir de las estaciones tan fastuosas como la del advenimiento de la flor al almendro, que revienta de esplendor, sin ceder un año, por estos días, certera y primorosa, cualquiera que sea la temblorosa faz  del tiempo, inclemente o benigno. Es por demás, como pudiera ser el olivo, un  símbolo que amalgama muchas de las desconocidas virtudes que atesoran los habitantes serranos con los que, desde siglos convive, soportando calamidades, abandonos y desprecios de unos y de otros, sin merma, pese a todo, de una voluntad inquebrantable de no dejar por nada del mundo unas tierras en la que los dioses pusieron su mano.
      Como no pone reparos en crecer donde haga falta y le manden las circunstancias, casi siempre funestas, asombra  los insólitos lugares que por su timidez elige, al socaire de los olivos, o aferradas sus raíces a ignotas sendas que van a morir en el callado remanso de luz y color que son las laderas de nuestras picudas montañas. A veces, sin poner en riesgo su oculto ideario, también abandona los campos y vagabundea por la ciudad, sin exhibirse gran cosa y sólo para comprobar que su inesperado despliegue de blancura, tiene parangón con el ancestral que bañan a las viviendas. Y no es extraño, con esta filosofía, acompañado de otro espécimen de autóctono suelo y caprichoso trono, la ruda chumbera,  verle medir la altura de honduras tan hondas como de suyo recrean sin descanso vacíos y peñas, en un insomne equilibrio que no es sino un levitar sin medida, y ser un vigilante más de los numerosos que, solícitos, siguen para que no se extravíe en su búsqueda del mar, el discurrir de un río que no es tal: plata encendida, recién bruñida, crisol de afanes, Zaide, se diría.  
             

martes, 4 de febrero de 2014

TERNE FEBRERO



     Para ser el benjamín de la familia, cabalga terne y firme febrero, sabiendo lo que quiere, dejando a su paso, para quien lo ponga en duda, campos helados, auras glaciales y agua de la que cala, que no es poco pedirle a un invierno que se había hecho el remolón y como si no fueran con él las fechas en las que nos encontrábamos. Y tampoco podemos considerarlo sortilegio, que haya sido este mes con fama de casquivano el que pusiera las cosas en su sitio, que para eso en sus vastas y hondas alforjas, cabe de todo; y que ahora tuerza el morro no quiere decir que a poco tardar muestre una faz más amable, sin que nadie se llame a engaño, que para eso es febrero.
    Por lo pronto, con un rubor que es blancura instalada en  pertrechado ejército de miles de níveas mariposas venidas de quién sabe dónde, ahí está este almendro, que, desde su encumbrado asiento avizora venideras cosechas, mieses y pan, y es augurio de que nada se detiene eternamente y que es ley que hasta los peores tiempos muden en algo nuevo. 
       

domingo, 2 de febrero de 2014

EL SILENCIO DE LAS CALLES



     Afines a los días sin nombre, fríos y grises del invierno, cuando este más azuza sus mastines contra los pobres mortales, son las calles solitarias, vacías de todo aliento y vida, ya que a la falta de caminantes, de pisadas que van y vienen, que las recorren una y otra vez, se une la carencia de luces, de reverberaciones, de claridades, que, en modo alguno,  dejan pasar cielos encumbrados, apagados, mortecinos, como si no fuera el día el que nos acompañara sino sombríos ocasos, sin colores ni voces.
        Respetemos, Zaide, como algo sagrado,  el silente dormitar de estas calles y el de estos días sin aparente alma, porque es evidente que en el continuo ajetreo del paso del tiempo, todo, hasta lo inanimado, necesita un respiro, un reposo para emprender con más ganas, con renovadas ansias su  trajinar de siempre, con ese ánimo de perdurar que a la mayoría nos embarga y mantiene en pie.

sábado, 1 de febrero de 2014

ESAS BRUMAS PASAJERAS Y FANTÁSTICAS



     Numerosas desventajas podrían atribuírseles a esas brumas densas e impenetrables, al igual que las antiguas suelas de esparto de las alpargatas de nuestra niñez, alterando de imprevisto, como las que nos visitaron en la mañana de ayer, la ordenada regularidad de las calles. Como es costumbre, entraron con alevosía y sigilo, sin nunca mostrar indicios de cuándo se aprestaban a marcharse. Las molestias en las articulaciones y un temor muy acusado en los transeúntes a fatídicos resbalones porque la humedad que desprendían era más que llovizna grasa o en tal se convertía en contacto con las múltiples impurezas del que anidaban en el suelo, era un exiguo precio a pagar por un repentino viaje a un mundo transformado, idealizado, que se soñaba despierto; a un universo que sin perder del todo su materialidad, daba paso a otro a veces intuido pero nunca visto. Conscientes de la fugacidad del momento, entre rostros estupefactos y jirones de fantasía que se prendían a cualquier objeto, a cualquier rincón,  los que vagabundeábamos por la ciudad prescindimos de buscarle más actividad a la mañana que no fuera la de gozar un rato, de ese sueño que no era sueño, sino pasajera, inofensiva  y fantástica mudanza.