domingo, 27 de enero de 2013

DESVELANDO AMANECERES




      Uno de los grandes atractivos de la vida, nos lo proporciona sin la menor duda ver amanecer, señal inequívoca de que seguimos en el mundo. Pero sin salirnos de este despertar cotidiano de la naturaleza, hay otro placer añadido que sólo es cualidad que nos traen determinadas  estaciones de cambiantes entrañas, como el otoño o  el invierno;  y es el de, esperando el amanecer, adivinar qué nos deparará en su aspecto atmosférico la mañana: qué nubes nos visitarán, qué auras ablandarán o endurecerán el ambiente, qué luces o colores engalanarán el austero paisaje.  Como entre nuestros hábitos está el de madrugar, y a veces exageradamente, intentamos siempre, escudriñando los cielos, a esas horas un completo enigma a no ser que esté lloviendo, trazar con mucho de necia arrogancia,  al margen de las certeras previsiones de la actual meteorología,   la futura marcha del día.

      El acertijo es harto complicado teniendo en cuenta que para ello estorba más que ayuda la mortecina luz de una farola cercana, que entre recortes municipales y directrices de Sevillana, anda todo el santo año más muerta que viva. Ya que no es noticia proclamar  que tal eléctrica, por hablar de la que más cerca nos martiriza, está más preocupada por amasar dinero para los miembros de sus consejos administrativos, que en prestar un servicio digno. En ese despropósito no es extraño, en su afán lucrativo, que, sin avisar,  mande a las viviendas, cuando le viene en gana, una avenida tal de carga, que destroza en su alocado caminar  cuanto encuentra a su caso. El que esto escribe, por ejemplo,  por tal circunstancia, cuenta ya con un incendio en su casa, y hace sólo pocas fechas con el fundido de varios aparatos, sin que en ninguno de los dos casos la reclamación haya servido más que para inútiles rabietas. 

      Creo que nos hemos perdido el hilo, aunque nunca viene mal un desahogo. En realidad, lo que pretendíamos al principio, es decir que nos espera hoy, con una niebla que sólo dibuja contornos y siluetas, un día precioso. 

miércoles, 23 de enero de 2013

ARRIATEÑOS APAGONES




     Con el paso de los años se va minimizando el cerco de la circunferencia que en extremos equidistantes ocupan Arriate y Ronda, una vasta espiral que ya trazara desde sus comienzos, dando un rodeo para delimitarla, y ahorrar cuantiosos gastos en su construcción por aquí,  el ferrocarril que une a las dos poblaciones. Con estrechar queremos decir, que la proliferación de viviendas entre ellas, en   predios que no eran más que  olivares y campiña, van acercando ambos urbanismos proclives por la marcha de los días y las necesidades de los tiempos, por suerte o desgracia, a no ser más que uno. Entretanto, en un intervalo que no presumimos muy largo, los naturales de una y otra ciudad se entrenan para lo que venga intercambiando la geografía que les es propia, es decir, viviendo los arriateños en terrenos rondeños y viceversa.

      Aunque guarda el que escribe amor y respeto para todos los pueblos serranos,  algo más, no sólo, la distancia, le acerca a Arriate, lugar de nacimiento de su progenitor, en una tarde, según la meteorología, de ponerse al abrigo de los huracanes que han de soplar; después, no tanto cuando en el interior de un coche de un amigo, nos dirigimos hacia allí por el camino del Llano de la Cruz, todavía con mucho de su encanto prístino, de molinos y senderos en los que ramonean no sólo ovejas con su lana encima, sino una paz que se demora y se enquista, como hace siglos.

     Como ocurre en las transiciones entre campo y ciudad, y más cuando se trata de pueblos andaluces, Arriate sorprende enseguida con su blancura, la torre altanera de su iglesia y la apretura de sus calles, señalando por si no lo sabíamos, en qué región nos hallamos y cómo se ganan la vida sus gentes. Vamos a casa de un matrimonio amigo, que nos reciben como a monarcas, con gollerías de la tierra y guisos caseros que con mano diestra y sabor de otras épocas, fabricó la esposa. Una velada de lo más   emotiva, con anécdotas del mil aventuras que nos proporcionaron los años, los mismos que ya nos van pesando.

      Aparte de recuerdos, libros, árboles y animales, también hablamos de esos apagones de luz que, al parecer, y según nos contaba nuestro anfitrión sigue sufriendo Arriate, habitualmente, sin que nadie los remedie, desde siempre,  como si estuviéramos en la posguerra, cuando común era el uso de velones y quinqués.  Como estando allí ocurrió la venida de tinieblas varias veces, damos fe de lo ocurrido. No nos cabe la menor duda de que, como con tantas otras tropelías que por estos lares ocurren, a los naturales de por aquí, los arriateños,  hartos de poner el grito en los cielos, de protestar a la Sevillana, o como se llame ahora, sin que se le hicieran el menor caso, acabaron por rendirse temiendo mayores males. Puro estoicismo, en fin,  de aguantar lo que nos echen, que eso también lo llevamos en la sangre.

lunes, 21 de enero de 2013

BATALLAS DE LAS QUE SE VEN MENOS



       Ha librado ya tantas batallas,  de las de verdad, el escenario del Puente, fratricidas, y foráneas, que la de esta mañana, con otras armas que las de matar, con un cielo indeciso, a ratos tapados a ratos de azules tonalidades, cobraba un aire especial. Puede que en su caminar, nuestro venerado Puente, ya casi tres veces centenario, nunca se viera en otra de parecidos perfiles, con su superficie tomada por modernas máquinas, de las gigantescas y de las de menor prestancia, y una concentración de visitantes de allende nuestros límites locales, que no sabemos bien por qué cúmulo de circunstancias se habían puesto de acuerdo para coincidir en tan concisa superficie, que hoy lo era más que nunca. Si añadimos que además de los agentes que dirigían el tráfico, sin conseguirlo, de los obreros que a falta del inicio de las obras, se tomaban su buen bocadillo casero y de los coches que en ningún momento se detenían, sin hacer caso a otras órdenes que no fueran las del conductor del vehículo, se imaginarán ustedes qué novísima contienda era la que allí se mantenía.

       Me decía allí mismo, al pié de la efigie de Ríos Rosas, (que más que nunca volvía las espaldas al paso del Puente, para qué no se le culpara, como a cualquier político, de lo que allí ocurría), un experto albañil ya jubilado, de los que desde que nacieron se han ganado honrada y modestamente la vida con el palustre, levantando muros y lamiendo heridas del tiempo a viviendas de todo tipo, que el despliegue era tan aparatoso como costoso e innecesario; que la misma grúa que evidentemente causó el daño con sus vibraciones, utilizada convenientemente, ayudaría con poco esfuerzo a volver la piedra desplazada a su sitio original. El resto, lo solucionaría un grapado en condiciones; que era una barbaridad lo de emplear siete mil euros en una obra, que no requería más de mil.

     Bueno, librada nuestra particular batalla, ya hacemos, como ejemplares ciudadanos, mutis por el foro; no tranquilos desde luego, más bien con el alma en vilo, temblando porque a pesar de tan suculenta inversión los réditos desmerezcan.

domingo, 20 de enero de 2013

RECORDANDO OTROS FRÍOS




     Entre vientos malévolos y hoscas nubes se mueve esta mañana dominical. La soledad de las calles, además,  vacía de caminantes y rumores, añade un grado más de desolación al aspecto general de sopor, de animal que inverna, de la ciudad.

     El frio es tanto más intenso si se tiene en cuenta los plácidos días primaverales de estas Navidades y, sin duda, incluso este de hoy seguiría siendo casi primaveral si lo comparáramos con los inviernos de antaño, cuando no había agua en los grifos porque las cañerías eran puro hielo y los medios para combatir el frío de las nevadas y de las tremendas heladas eran escasos.

     Volviendo a pasadas épocas, el día, el mes, y el aniversario de su estancia, nos lleva por un momento a rememorar trozos de la vida de Rilke, el poeta checo en Ronda, por estas fechas, hace un centenar de años. El frío, como del que hablábamos, sería glacial, aunque una persona procedente de climas todavía más crudos, lo sentiría menos en sus carnes. De todas formas, también lo atenuaría la serenidad de una Ronda, abrazada a su intimidad de lugar perdido, olvidado, intemporal, que se aferraba a la estética de sus humildes casas blancas en el Mercadillo, San Francisco y Padre Jesús, y a los  blasones de otras en la Ciudad, para seguir viviendo su historia y sus desniveles sociales; algo que no importaría mucho al poeta, más preocupado de captar paisajes y amaneceres, de recorrer caminos sin ruedas, en los que perderse y confundirse con la madre tierra, en un panteísmo esclarecedor. 

jueves, 17 de enero de 2013

REFLEXIONES PARA UN INVERNO QUE LLEGA




     Ya no amaga y despierta un hasta ahora dormido enero, temeroso de que su tiempo se esfume sin dar señales de vida. Recobra su esencia y nos fustiga despiadado y certero con sus armas de siempre: vientos gélidos, días sin sol y las primeras nieves en las montañas. En la misma medida, nuestro ánimo se encoge y recula añorando la bonanza de pasados días; esos que nos hicieron soñar con que el invierno este año no vendría, olvidando estos parajes, o, al menos, que sus furores serían fugaces rabietas y no interminable descarga de acervos humores. 

       Necesario, como en tantas cosas, será, recobrado un poco nuestro pazguato espíritu del miedo a los rigores invernales, hacer acopio de energías para sin temerarios despilfarros dar la cara a lo que descargue, que nunca hasta el presente, más crudos o más benignos, faltaron los inviernos. Son otras catástrofes, otros inviernos que han dejado de ser pasajeros, los que deben darnos verdadero pavor: los del hambre, las enfermedades o las guerras.

martes, 15 de enero de 2013

ELOGIOS PARA UN ARREGLO





    Como críticos fuimos en su día con esa perenne inmovilidad del reloj de la plaza de España, que tanto desdecía de su función, de su historia ya vetusta, y del lugar en que se hallaba, por el que todos los años se mueven miles de visitantes, justo es que, ahora, con similar interés con el que antes pregonábamos la desidia de su estado, en un intento porque se subsanaran sus males, demos rienda a nuestra satisfacción por contemplarlo de nuevo en ejercicio de lo que le corresponde: marcar las horas, que nunca está demás saber por donde camina el día y las de que aquéllas restan para cumplir con nuestras obligaciones, ya que incluso, como turistas, las tenemos. Es cierto que su andar deja algo que desear, y que a ratos se inmoviliza otra vez y que otras le cuesta encontrar su justa marcha para medir con exactitud el tiempo; pero ese cambio de actitud, deja traslucir la voluntad de un arreglo, que es lo que al fin y al cabo importa.

     La mencionada plaza, a ojos vista, se halla en pleno deterioro, con edificios que se derrumbaron en un periquete, pero que sabe Dios cuando veremos en pie, y obras de reformas que disminuyeron su superficie de tránsito o de disfrute para el peatón y le sustrajeron armonía y belleza; por todo eso, el reloj y su funcionamiento supone no sólo un esfuerzo digno de elogio, sino, al mismo tiempo, una vuelta a dejar las cosas como años atrás estaban -mejor, sin duda,  que ahora-,  después de tantos estropicios en el lugar.



     

     

lunes, 14 de enero de 2013

TRAMPAS QUE NOS MATAN




     Coleccionamos tarjetas de crédito en nuestras carteras de bolsillo, como en la añorada de colegial de nuestra infancia cromos de artistas y de peloteros. Entre ambas carteras no creo que exista más relación que la propia de cada edad y la sentimental de nuestra transformación de niños en adultos. En cualquier caso, es curioso que en la que señala ya nuestra pertenencia al prosaico universo de las responsabilidades y obligaciones ineludibles, brille hoy menos que nunca el dinero en papel que destinábamos a los gastos diarios o a los imprevistos que podían surgirnos. Y es que las tarjetas crediticias se van apoderando lentamente del papel que desempeñaba aquél y de sus funciones.

   Ser dueño de una tarjeta nos proporciona la falsa ilusión de ser también un poco el amo de un mundo tan falso como peligroso, en el que todo se nos ofrece por nada, que todo está a nuestro alcance,  con una firma, un número, y a veces sin eso. Una tentación grande y un olvido momentáneo, en el que nos cuesta pensar,  del pago que nos espera a unas semanas vista, es maquiavélica actividad que manejan las entidades crediticias, muy extendida hoy a otras empresas, conociendo la debilidad de nuestras fuerzas incapaces de resistir la menor tentación despilfarradora. 

    Para creernos alguien, sin considerar que seguimos siendo poco, llenamos nuestras carteras de tarjetas de crédito, una larga lista, para usar una o ninguna, una vez que despertamos de nuestro sueño de ficticios magnates de una riqueza que no nos pertenece. Por suerte, andamos bastante alejados de esos políticos que tanto abundan hoy, que sí que pueden con toda razón considerarse amos del mundo, acumulando en su tarjeta un crédito sin mesura del que ni tendrán que responder, ni del que nadie le pedirá cuentas, a no ser una adormecida conciencia.

   

domingo, 13 de enero de 2013

NOTICIAS DEL INVIERNO QUE SE AVECINA



     Por aquí andamos de festivo y la mañana afanada, sin demasiado interés, en meter un vuelco a la rutina de unos días espléndidos, pero que, en rigor,  dicen muy poco de las fechas en que estamos. En ese encaje de transiciones y retrocesos a que se aboca el cambio atmosférico, los cielos, a ratos pardos, a ratos azules, son un muestrario de geometría, en la que ellos ponen el color y las nubes el centenar de figuras, ortodoxas unas, irreales, oníricas las más.

       La brisa, en cambio, por los alrededores del Puente, sí que recuerda a la de los inviernos de antaño y su volatinera frialdad a su paso fustiga sin piedad nuestros rostros sin ninguna protección. Tantas veces hemos cruzado de niño, camino del colegio, este espacio que limita por sendos lados su carcomido pretil hasta darse de bruces con Santo Domingo y las arcadas de Armiñán, que, rememorando aquellos días, damos rienda a un júbilo que nos llena el espíritu de una paz redentora, que si perturba el ánimo es para ennoblecerlo,  apabullando hasta expulsarla a cualquier animosidad, a cualquier indignación de la que los tiempos cada día, cada hora, cada momento, nos procura.

      En rotundo mentís a ese invierno que tan  pausadamente se avecina, se halla el esplendor de los almendros, rosadas aureolas de floración cada vez más temprana.  Más allá de los que se desploman por la caída del Campillo, otros cercanos a las balconadas de la Alameda, minoritarios pero grandiosos,   en pleno vértigo, oteando los molinos, se acompañan en alborozada armonía de un edén de gualdas florecillas y de vetustas chumberas, sin espinas ni frutos, pero con un verdor que en nada desmerece en ese huerto encantado al que todos se agarran.


  

viernes, 11 de enero de 2013

UN TEMOR NOS EMBARGA




      Recobrando el sosiego tras el ajetreo de los pasados festivos y, con aquél, una rutina de paseos y aire libre que aunque breves, nos viene de perlas a los que ya nos van pesando los años, nos transmitía en fugaz encuentro esta mañana un amigo el temor que le embargaba ante la probable acometida de unas obras tan urgentes como necesarias. No es este amigo referido una persona que, como tantas, muera por la boca y pretenda arreglar el mundo en críticas, y no en acciones que a nada conducen. Muy al contrario, años lleva, en las sombras, como creo es preceptivo hacer las cosas, luchando por nuestra ciudad, y a él le cabe, junto a mi desaparecido hermano, y alguna otra dignísima excepción, la salvación de más de un monumento en trance ruinoso y el descubrimiento de otros a los que los una mezcla de desidia, ignorancia y miseria del tiempo, tenían en el más completo olvido.

      Ese temor, tremendo miedo diríamos, lo comparto en toda su extensión por la fiabilidad de las obras  que tendrán que realizarse en nuestro Puente Nuevo, pues de él se trata. Nada nuevo es proclamar, otra vez, que es nuestro monumento más emblemático; que es merecedor del mayor respeto y cuido, no ya porque a lo largo de centurias sea el receptor del cien por cien de las personas que  nos visitan, sino porque, dejando aparte su utilidad y soberbia arquitectura, el esfuerzo, caudales, años y desvelos que costó su alzamiento. bien valen los que ahora, con inmensa fortuna, lo tenemos  en usufructo y disfrute, suframos para, al menos, dejarlo como nos lo dejaron, los que nos precedieron.

     Valga por todo lo expresado el humilde ruego, para los que de presente gobiernan el destino de nuestra ciudad, de que un poco de ese temor se extienda a ellos, ya que de poner los cinco sentidos, y más si hubiere, se trata, para que esas obras que van a llevar a cabo tengan la dirección y calidad que precisan, las que corresponden a un monumento nacional y de universal nombre. Organismos por ellos, andaluces y nacionales, habrá a los que dirigirse, patalear, suplicar y llorar, si hiciera falta. Chapuzas en nuestro Puente, no, por favor. 




miércoles, 9 de enero de 2013

LO QUE PERDIMOS



    Si para los días de prolongación de los veranos ya finalizados de acuerdo con el calendario,  tenemos un término,  lo que llamamos el veranillo de San Martín, para estos con que desde hace unas semanas, en pleno invierno, viene obsequiándonos enero tendríamos que idear un nombre, algo así como invernal verano o invierno de fábula, para hablar con entera propiedad del período que atravesamos.

     Dejándonos llevar por la benignidad de una atmósfera propicia para el viaje y contando con que el transporte corría a cargo de los miembros de la familia que nos visitaban en estas fiestas, nos acercamos a la vecina Alpandeire, a un tiro de piedra, aunque nos atreveríamos a asegurar, al igual que ocurre con los demás pueblos de la Serranía que, se diría, queda al fin del mundo. No es este nuestro caso con  ninguno de ellos, y si algo nos preocupa es que el aprecio y estima que guardamos de toda la vida por su riqueza natural, antropología e historia no esté a la altura de sus merecimientos. 

    Siempre, cuando la vista del urbanismo de uno de estos pueblos se despliega ante nuestros ojos, dada la total comunión que antaño le ataron a Ronda, nos gusta hacer un  somero balance de qué es lo que todavía nos es afín, así como lo que ya difiere. Calles pinas y cuestas, siguen siendo una referencia que nos une; incluso horizontes montañosos, mayestático en ambos casos, no la virginidad de los llanos, cañadas y veredas, un desastre en nuestra ciudad con urbanizaciones que rompieron la armonía del paisaje con su gemela fealdad y llenaron hasta rebosar las arcas fraudulentas de políticos locales y forasteros.

   Perdimos la bendición del silencio, augusto, que absorbe en segundos rumores de campo, de ganado, de pausadas charlas; las flores de las fachadas, brillo de estrellas al anochecer y silvestres aromas a cualquier hora y bastantes cosas que serían larga de enumerar. Cerezos esplendorosos, ornan linderos y ciegan, coloreándolas, mil luces. Saca pecho la iglesia con la ubicuidad que le da su grandeza, satisfecha de que después de tantos años, de tanta insensatez inmobiliaria, nadie aun haya osado poner construcción que rivalice en altura, que no en prestancia, con la suya.

   
        

     


domingo, 6 de enero de 2013

NANAS Y ASOMBROS



     Entre centelleos de parpadeantes estrellas y rumores de maternales mimos se van abriendo nuestros ojos a un mundo de ignotos horizontes: a la vida. Tropiezos y asombros que mecen nanas familiares. Una de las últimas nanas, antes de encarar el mundo, nos la procura no esos cantos de bondadosa madre, sino ilusiones como esta de los Reyes, capaces de mantenerse a lo largo de un año, esperando el venidero.

     Por los demás, a estas horas indecisas, también abre la mañana sus ojos al día; un día y un amanecer estancados aún  en llanas y festivas praderas; pero que se dispone a emprender en breves horas cuestas que si nunca fueron buenas, se preveen de suyo, acorde con los tiempos,  de insoportable altura y dureza

jueves, 3 de enero de 2013

UNA CATALANA INVASIÓN




     Aún anda el año tratando de proyectar sus primeros pasos, más que darlos, como un bebé de manos de sus padres. En esto de transmitir seguridad sí que  son un desastre los llamados Padres de la Patria, de dudosa paternidad a la hora de reubicar un país tan vacilante y desorientado, como los que lo conducen.

     Como todo se bambolea un poco a la deriva, sin darle mayor importancia que la que tiene, me cuenta un amigo, cómo se quedó de perplejo mirando el recibo que con toda prontitud -que en eso de cobrar siempre andamos listos-, le puso en las manos la máquina expendedora de la recién creada zona azul de aparcamiento del solar del antiguo cuartel de la Concepción, la tarde última del 2012. La cantidad y la hora perfecta, sin mayores sorpresas; no así la localidad: ¡Montcada i Reixac! (Moncada y Reixach, para que nos entendamos) Bien está toda esa, miles de veces aireada, aventura de la independencia catalana; lo que a nadie le gustaría es que encima nos invadieran, con lengua y todo incluido. Que los cielos nos asistan.

miércoles, 2 de enero de 2013

EL ENIGMA DE LA GRAN EMBESTIDA





     Entre los casos de enigmática resolución que dejó el año de gracia de 2012 -que a la larga poca tuvo-, se halla el sombrío de la gran embestida versus el pretil de nuestro Puente Nuevo. Imprescindible sería, dada las tinieblas que se ciernen sobre el nefasto suceso, un  avezado y moderno Sherlock, de probadas luces para dirigir éstas, con la prontitud que le es propia,  a la feliz aclaración del más que oscuro hecho.
   
     Aparte de infausto sacrilegio, inexplicable queda para los que contamos sólo con una mente para salir del paso, cómo y utilizando qué "cosa", descomunal en cualquiera forma, pudo la tremenda embestida mover lo que parecía inamovible por su fortaleza, que no por sus años que ya cuenta muchos. Ni el espacio, tan escueto, ni el lugar tan céntrico y frecuentado, arrojan luz alguna, más bien lo llenan aún más en densas sombras.

     Pecado más liviano, pudiera ser, el que como ciertos chismosos sugieren, algún desliz de las pesadas máquinas sumidas en la meritoria labor de limpiar a nuestro abismo de escorias, hirieran a nuestro manido pretil en lo más hondo de su pétrea anatomía, hasta hendirla como cuchara en gachas de abuela.

     Si se deshace, como parece, el entuerto, aunque quedare el suceso en el interminable pozo de lo no resuelto, y se acometen esas obras que requieren en toda su longitud un pretil y calzada, que el camino enfilan ya de los tres siglos, nos daremos, a falta de otros informes y aclaraciones, por muy satisfechos, porque sería tornar sombras y penumbras en relucientes luminarias y procurar bien de mal.   

      

martes, 1 de enero de 2013

¡HA MUERTO EL REY! ¡VIVA EL REY!





     ¡Ha muerto el rey! ¡Viva el rey! Claro, que no se trata de que haya ocurrido ningún fatal desenlace por enfermedad o magnicidio de algún monarca de los que todavía quedan por ese vasto mundo,  y sólo nos referimos, por fortuna, al paso fugaz de los días que deja para el recuerdo el recuento de un año, a la vez que con toda premura, sin ningún interregno, acude sin tardanza a un sustituto, porque siempre es mala la pérdida de un orden y en esto, el calendario, es de lo más inflexible y riguroso.

     Al año, el 2013, recién parido, poco o nada cabe achacarle aún, ni malo ni bueno. Otra cosa será según avance, porque un tren de adversidades sin cuento, doce,  unidas como vagones a la locomotora de la desventura, no hay alma, por optimista que sea,  que agorero no le vaticine. Uno se aferra hoy, sin meditar más allá en otra cosa, a la quietud de una mañana, de apenas lluvia, de apenas sol, de apenas frío; un nirvana de la naturaleza que se presta como pocas veces a huir de una realidad amenazante; pero no hoy, en que nada se altera ni  altera a una mañana que, como el año, puja por nacer, por justificarse.